36|Psychica compassio veraque.

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La casa era antigua, las paredes estaban desgastadas, la pintura se degradaba en colores grises y blancos, llenos de suciedad incluso en su piso, miles de velas posando alrededor de Eiden, derritiéndose en el fuego encendido de cada una

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La casa era antigua, las paredes estaban desgastadas, la pintura se degradaba en colores grises y blancos, llenos de suciedad incluso en su piso, miles de velas posando alrededor de Eiden, derritiéndose en el fuego encendido de cada una.

Eiden se levantó del piso y observó su alrededor, estaba en una habitación de cuatro paredes, y una de ellas no tenía fin, la oscuridad se concentraba y no se divisaba una salida.

Bajó su rostro al sucio piso y observó un círculo blanco, uno visto antes, pintado en una sola pincelada gruesa, no habían signos, solo eso. Su mente le trajo un agrio recuerdo y de asombro y susto miró en busca de un escape, giró en su eje y de la nada apareció Emili.

Nuevamente, la encontraba en sus sueños, en su mente, en su andar, sus noches no serían calmadas, no en este mes.

La chica vestía una bata azul clara hasta las rodillas, sus largos cabellos caía al frente, su pálido rostro lo miró, y aunque era ella no parecía ser ella, tenía una expresión de ser una persona diferente utilizando su máscara.

—Emili... —pronunció, pero Eiden sabía dentro de él que no embocaba su presencia, lo dijo con dudas.

Ella inclinó su rostro y lo detalló.
Parecía estar reconociéndolo, no sonreía ni se mostraba calmada, no lloraba o sentía lástima, dentro de él sintió algo de crueldad de su parte, y al reconocer esa maldad no proveniente de ella, la joven se percató y sonrío.
Una leve sonrisa llena de malicia y locura.

–Estás cayendo nuevamente, no creas que porque estás pasando por buenos momentos quiere decir que todo estará bien. —Dijo con malas intenciones, con ganas de hacerlo sentir mal.

—Tu no eres Emili. —Dictaminó Eiden, y se puso rígido.

—Eiden, soy yo —dijo Emili cambiando su semblante, y ahora estaba preocupada y atormentada.

Pero esta vez sintió que si lo era, gentil y sufrible.
Él camino y la abrazó, luego se oyó una voz de un hombre.

Una voz de maldad, el sueño se sentía malo, una pesadilla aunque no parecía, un escalofríos, un deseo de despertar, los miedos más profundos de Eiden se incrustaban en su pecho, una voz demoníaca.

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