7. Recuerdos

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Ahí estaba esa despreciable rata, mirándome fijamente intentando intimidarme. Ese idiota no se daba por vencido.

—Hola Dos—remarqué bien su nombre para que se situase en su rango.

Dos, su verdadero nombre es Bill Graham, uno de los perros falderos de Zero, el más obediente. La agencia está organizada por rangos, todos los agentes activos de la organización están enumerados desde los mejores y más activos hasta los novatos y menos activos. Bill siempre me ha tenido odio y ha hecho todo lo imposible para conseguir mi rango.

—Veo que todo está bien por aquí ¿Verdad?—dijo con obvia ironía en su tono de voz.

—Claro. ¿Qué te parece si ya me dices por qué coño estás aquí y dejas de hacer el gilipollas?

—Oh mi querida Uno, siempre tan directa.

—Al grano Dos, no tengo toda la noche—me crucé de brazos. Sabía que si Zero mandaba a su perro favorito era por un asunto urgente, y obviamente, relacionado con el incidente de Joseph.

—Bien—dijo con pesadez pero sin perder la calma—. Zero quiere verte, no te va a obligar a entrar otra vez, pero te hará una oferta, si decides no aceptarla te dejará tranquila para siempre.

—No acepto—contesté tajante.

—A mi no me digas nada, deberás hablar con él. Te esperará en el parque mañana a las 17:00 p.m—dicho esto se dirigió hacia la puerta dispuesto a salir por esta hasta que mis palabras lo detuvieron.

—¿Por qué si tú eres su perro faldero, no puedo darte el recado a ti DOS?—dije su rango lentamente mofándome de él—. ¿Es que Zero no confía lo suficiente en ti?

Bill se giró sobre sus talones y sin decir nada se dirigió a mí con su puño cerrado en dirección a mi cara, esquivé el puñetazo sin dificultad, agarré su brazo y lo puse detrás de su espalda, haciéndole una llave impidiendo que se moviese.

—Esta es la diferencia entre nuestros rangos, te dejas llevar por la rabia, y eso hace que no puedas pensar con claridad, por lo que tus movimientos se vuelven torpes y lentos—dicho esto lo dejé ir tirándolo al suelo quejándose por el dolor.

Bill se levantó, me dedicó una última mirada de odio y salió de la habitación agarrando su brazo dolorido.

—¿Qué tal está?—me dirigí hacia Carter el cual permanecía ahí sin moverse tras la escena anteriormente presenciada.

—Sigue durmiendo, el médico dijo que podría tardar tiempo en despertar—su voz era baja y monótona, estaba agotado y bajo su mirada perdida había unas prominentes ojeras, señal de la falta de sueño.

—Carter duerme un rato, yo me quedaré despierta—dije mientras me sentaba a su lado en el sofá. Mi voz era suave, baja y lenta, tras aquella pelea con Dos lo último que quería era alterar a Carter.

—No tengo sueño.

—Carter, soy tu hermana, hazme caso por una vez en tu vida—sus ojos suplicantes se toparon con los míos.

—¿Está muerto? ¿Sufrió?—sus palabras salieron desesperadas de su boca, estaba claro que deseaba una respuesta satisfactoria.

—Como un cerdo en el día de la matanza, y recuperé el dinero para el tratamiento de papá—al terminar la frase hasta yo me sorprendí de la última palabra que salió de mi boca.

—Es raro escucharte llamarlo papá.

—Lo se—le resté importancia—. Ahora duerme—sin rechistar, apoyó su cabeza en mi regazo y poco a poco su respiración se fue calmando hasta indicarme que se había dormido.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora