9. Te quiero padre

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—Eris, sabes que intentamos hacer lo que pudimos.

—¿Cómo hicisteis lo que pudisteis? ¿Dejando a una niña de 12 años morir ordenando la retirada?

—Yo no ordené...

—¡ORDENASTE LA RETIRADA PARA SALVAR TU PUTO CULO Y NI ME DEJASTE INTENTAR SALVARLA!—le corté a la mitad de la frase elevando mi tono de voz.

—¡HABRÍAS MUERTO!

—¿Y QUÉ? ¡AL MENOS HABRÍA MUERTO CON ELLA! ¡ERA MI HERMANA!

No obtuve respuesta de él. Salí del parque a paso apresurado hacia mi casa.

Al llegar cerré la puerta dando un gran golpe, me dirigí a la habitación más alejada donde tenía la sala de entrenamiento y sin pensármelo me dirigí hacia el saco de boxeo.

—AAAAAAAAAAAAHHHH—un grito desgarrador salió desde lo más profundo de mi garganta tras propinarle un puñetazo al saco de boxeo, luego otro, y otro.

Seguí golpeando el saco hasta que mis pulmones suplicaban por aire, me dejé caer al suelo cansada y con la respiración agitada, apoyé mi espalda en la pared, flexioné mis piernas ocultando mi cara entre estas y cerré mis ojos.

Aria, mi dulce Aria, tenía 5 años cuando llegó a la agencia, yo tenía 11 años, ya era una de las agentes más activas y de rango Quince. Aria vino de un orfanato desde Rusia, era una hermosa niña con unos ojos azules como el más puro cielo azul, un pelo largo y liso tan negro como el carbón y unos labios rojos como la más pura sangre, en la agencia era conocida como La Rosa, hermosa por fuera pero con espinas peligrosas.

Vino a vivir con Joseph, Carter y conmigo ya que según Zero, con nosotros tendría una buena educación y buenos ejemplos a seguir. En los dos años siguientes aprendió en casa, a mi me hacía ilusión tener una hermana pequeña y me esforcé por ser una buena hermana mayor.

Pero tuvo que llegar ese maldito día en la agencia. Era el cumpleaños de Zero, por lo que yo estaba en casa preparando la tarta. En aquel entonces yo tenía 19 y ya estaba por alcanzar el rango Dos cuando recibí una llamada que me dejó helada. Salí corriendo en dirección al edifico principal. Cuando llegué no me lo podía creer, todo estaba en llamas, los agentes entraban y salían ayudando a sus compañeros atrapados, había varias ambulancias al rededor, pero los bomberos no aparecían por ninguna parte.

Busqué a Joseph y lo encontré junto a Carter, pero Aria no estaba, en ese momento comprendí que todavía se encontraba dentro. Corrí hacia la entrada pero unos brazos rodearon mi cintura, Zero me sostenía mientras de su boca salían esas palabras de cobardía.

—¡Retirada! ¡Todos quédense fuera!

—¡NO! ¡Aria sigue dentro!—grité suplicante, pero él solo afianzaba su agarre.

Tras suplicar y patalear durante lo que me parecieron horas llegaron los bomberos. Les llevó casi 3 horas apagar el fuego por completo. Ese día se perdieron a 18 de los mejores agentes, entre ellos Rebecca de rango Cuatro, quien murió intentando salvar a mi hermana. Su cadáver lo encontramos abrazado al de Aria en uno de los cuartos calcinados.

Poco después supimos que el ataque fue intencionado y el sospechoso era el familiar de una antigua víctima que Zero había dejado vivir, pero no apareció jamás. Ese fue el mayor error que cometió, la primera regla de nuestro trabajo es nunca dejar supervivientes. Desde ese día juré venganza hacia aquel hombre, y nunca volví a apreciar a Zero como lo había hecho. Mañana sería el aniversario de ese incidente.

Mientras me encontraba absorta en mis pensamientos el timbre de mi casa emitió un sonido avisando de que alguien estaba del otro lado esperando a que le abriese. Sosegada me levanté y me dirigí hacia la puerta.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora