1. ¿Piedad?

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Mi cuerpo se estremece al entrar en contacto con el agua caliente de la ducha, dejando que la sangre resbale por mi piel, limpiándola de ese magnífico líquido carmesí. Hoy fue un día duro. Con los dos hombres de hoy ya van cinco asesinatos en una semana, los encargos últimamente escasean y las cárceles cada vez tienen más protección.

Salgo tras una larga ducha y sigo pensando en el trabajo de estos días. Tras la revelación de los asesinatos manejados por el gobierno, la justicia ha decaído demasiado, ahora la mayoría de los presos de las actuales cárceles son solo opositores del gobierno, mientras que los asesinos y ladrones reales están en la calle como si nada. Ahora que lo pienso, en parte es por eso que me decidí por este trabajo.

El mundo se fue a la mierda hace 18 años, cuando estalló la III Guerra Mundial, la cual acabó con la poca humanidad de los líderes de muchas potencias globales. Tras las devastadoras consecuencias de este enorme conflicto, los superiores decidieron proteger sus posiciones más que a sus ciudadanos y, fue a raíz de esto, que los mercenarios y asesinos a sueldo se volvieron más frecuentes y, en ocasiones, hasta los propios ciudadanos comenzaron a tomarse la justicia por su mano. Con todo esto, al principio el mundo era un caos, pero finalmente, la gente se acostumbró y las cosas volvieron a su cauce.

Ato mi largo pelo negro en una coleta, me pongo mi pijama del mismo color y me acuesto revisando las últimas noticias, fijándome en una en específico: "Los dos hombres que presuntamente habían abusado de más de 10 menores, han sido hallados muertos con los genitales mutilados y finalmente desangrados." Tras leer el título no puedo evitar esbozar una sonrisa, esta vez los han encontrado rápido.

TRES HORAS ANTES:

Estoy en mi casa viendo la televisión cuando suena mi móvil.

—Al habla La Hija del Caos, ¿A quien tendré el honor de asesinar?

—Hola, me llamo Elena, soy la madre de Lucía Coto—conozco ese nombre, fue la última victima de dos hombres acusados de violar y asesinar a diez niñas, contando a la pequeña Lucía.

—Dos vidas serán 10.000$.

—Tengo dinero suficiente, solo quiero ver a esos desgraciados sufrir—su voz sonaba rota.

—Bien, deje el dinero en la cuarta papelera del parque central, empezando por el parking de la derecha mañana a las 10:30.

—Está bien, gracias.

Tras la breve conversación, me levanté del sofá, subí a mi habitación y me puse un short corto y una blusa negra con volantes. Até mi pelo negro en una coleta alta y me maquillé para parecer una niña de unos 15 años. Todas las víctimas de esos desgraciados tenían entre 14 y 15 años, eran unos pederastas en toda regla y en verdad ya tenía pensado matarlos, por eso no me costó nada saber qué zonas frecuentaban y cómo actuaban, la madre solo acabó siendo un incentivo más.

Salí de mi casa hacia el prostíbulo que solían frecuentar, eran las 23:15 p.m por lo que decidí simplemente pasar por allí para llamar su atención. Al entrar, muchos hombres me miraron, pero apartaron rápidamente la vista al ver que era una menor, o al menos eso aparentaba. Recorrí el lugar un par de veces, sintiendo unas miradas sobre mí y me aseguré que en verdad me seguían todo el rato, hasta que confirmé que eran ellos.

Los vi en la barra mirándome fijamente, así que me dirigí allí moviendo mis caderas sensualmente mientras los analizaba. Uno era alto, y muy musculado, era Rick Standler, un hombre con un largo historial de atracos con violencia y acusado de diversas violaciones. El otro hombre igualmente alto pero de una complexión más delgada, se llamaba Michael Stone, acusado de cargos de pedofilia y posesión de pornografía infantil. Al llegar a la barra pedí un zumo, podría haber pedido una bebida más fuerte, pero debía mantener las apariencias. Los hombres no tardaron demasiado en acercarse a mi.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora