18. Buenas noches

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Vi a Darien, él me sostenía tras la espalda dejando mi cabeza elevada y me miraba con preocupación, intenté moverme pero mi interior dolía y mis piernas temblaban, me di cuenta de que estaba tapada por una chaqueta, y lo que me alarmó fue la sangre que se escurría por mis piernas.

—¡Eris! ¡Despertaste! ¡Rápido un médico!

—N-no hace falta—intenté levantarme, pero mis piernas fallaron y por suerte Darien me sostuvo a tiempo—. ¿Donde está ese hijo de puta?—me apoyé en él y me tapé con la chaqueta que me llegaba hasta los muslos.

—Lo llevaron a junto de Carter, él se pidió la sala.

—Y una mierda, ese cabrón es mío.

—Pero...

—¡Me da igual! ¡Yo lo torturaré hasta que de su último aliento!

—Está bien—miró la lágrima que bajaba lentamente por mi mejilla mientras mi cara mostraba inexpresividad—. Pero al menos deja que te vayan a revisar en el hospital—insistió.

—Bien—intenté dar un paso pero caí de rodillas.

—Agárrate a mi—se agachó junto a mi.

—No he pedido tu ayuda—contesté molesta, lo que más odio es verme y que me vean débil.

—Pero la necesitas—le miré y sabiendo que no me quedaba opción, me agarré de su cuello, él pasó su mano por mi espalda y la otra por mis rodillas levantándome en peso.

Tras ir al hospital y proporcionarme algo de ropa limpia confirmaron lo que me temía, me habían violado, hubo penetración y de ahí la sangre y el dolor. Curaron mi labio y recolocaron mi tabique nasal, el cual se había desviado por el golpe contra el suelo, por suerte el hombre no me contagió ninguna enfermedad. Salimos del hospital y tomé unas pastillas anticonceptivas que me dieron.

—Eris, nos vamos a casa—ahora caminaba agarrada de Darien.

—No, no voy a dejar a ese desgraciado...—no terminé de decir nada cuando Darien me interrumpió.

—No, no estás en condiciones, llamaré a Carter, le diré que encierre a ese tío hasta mañana en tu sala, sin comida ni agua, pero tú ahora te vienes conmigo a casa a descansar—asentí algo sorprendida. Llegamos a casa y me senté en el sofá apoyando mi cabeza en el hombro de mi compañero.

—Pero quedé con Eddy y...

—¡Eris!—entró Carter casi derribando la puerta, venía seguido de Angie, Alba, Eddy, Ares, Pilot y Luna, mi conejito.

—¡Joder Carter hay algo llamado timbre!—grité sobresaltada.

—¿Estás bien? ¿Abro la fosa común?—dijo Angie en parte de broma pero también preocupada.

—¡Yo le torturaré!—levantó la mano Alba.

—Le arrancaré la piel poco a poco—juró Eddy.

—Probaré todas mi armas contra él—dijo Pilot sacando uno de sus cuchillos.

—Mataré al bastardo que osó tocar a mi manzana dorada—Ares besó mi mano.

—Me tenías muy preocupada—dijo Luna al borde de las lágrimas. Ella era la agente más joven con tan solo 15 años. Desde siempre le llamé mi conejito o mi conejito blanco, ya que un día vino disfrazada de conejo blanco a una reunión y estaba monísima, además es tan tierna y achuchable como el susodicho animal, bajita, morena y ojos color miel con una piel blanca, casi de porcelana.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora