39. Tango

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Salí de la sala limpiando mi katana, subí hasta mi despacho y cerré la puerta con llave, para acto seguido ponerme unos auriculares con mi música favorita de Sleeping with Sirens, saqué una libreta de mi escritorio y comencé a dibujar en ella y, tras casi 2 horas terminé el dibujo, justo en el mismo instante que lo firmé alguien llamó a mi puerta.

—No hay nadie—grité con desgana.

—Eris, te necesito—me levanté lo más rápido que pude para abrirle la puerta, estaba sollozando, y eso significaba algo malo.

—Angie, ¿Qué ocurre?—dejé pasar a mi amiga a mi oficina y volví a cerrar la puerta con llave.

—He discutido con Alba y he tenido un ataque histeria—contaba entre lágrimas.

—A ver, tranquilízate, respira hondo y cuéntame lo que pasó.

—Llevo unos días un poco mal, siento que cada vez trabajo menos y me da la sensación que solo soy una carga para el resto.

—Eso es mentira—fruncí el ceño—. Eres un gran aporte para la agencia, una de las mejores agentes que hay y una persona maravillosa.

—Pero no se, todo me está superando, mi madre está enferma y cada vez discuto más con Alba por tonterías—volvió a llorar.

—Shhh tranquila—la abracé—. Eres fuerte, aunque tú no lo creas. Has pasado por millones de situaciones y has llegado hasta aquí, tu madre se pondrá bien, más con tus cuidados—ella mostró una tímida sonrisa—. Y en cuanto al resto, deja que las cosas sigan su curso, no te estanques ni intentes hacer todo a la vez, las cosas requieren tiempo y si no coges un tren, otro volverá a pasar, habla con Alba, ambas os queréis, y eso se ve, no dejes que nadie te desanime y sigue hacia delante con la cabeza bien alta—ella me miró con esperanza y me abrazó con fuerza.

—Gracias Eris, no sabría que haría sin ti.

—Morirte del asco sin mi jodiendo por aquí—ambas reímos.

—Deberías haber sido psicóloga.

—Uy quita quita, que entonces me voy yo al psiquiátrico de cabeza—reí.

—Por cierto, ¿Vendrás al baile de Aldayr?

—No me queda otra—suspiré.

—Entonces te veré allí, iré a hablar con Alba—sonrió.

—Ánimo ¡Tú puedes!—la animé antes de que saliese por la puerta.

En el instante en que ella salió, entró Niccolo corriendo y Darien detrás de él. Los tres nos fuimos a casa a comer y prepararnos para la tarde, yo me negué a llevar tacones, por lo que fui con un vestido rojo y unas zapatillas de deporte blancas y negras, el pelo suelto y mi maquillaje de siempre, solo que esta vez con los labios rojos. Niccolo iba con un pequeño traje con pajarita, al igual que su pequeño peluche, y Darien llevaba unos pantalones negros, una camisa blanca y una americana negra.

—Eris, ya va siendo hora, debemos irnos.

—Si, si, ya voy—refunfuñé—. Puto vestido, puto baile, puto Aldayr, puto todo—me crucé de brazos.

—Estás guapísima—me agarró de la cintura.

—Darien—en ese momento el timbre de la puerta sonó y me alejé rápidamente de Darien para ir a abrir, por una parte no quería alejarle, pero por otra parte sentía que esto estaba mal.

—Hola—al abrir la puerta vi a mi hermano con un traje azul que resaltaba sus ojos verdes, y a su lado estaba Rioko, con un hermoso vestido azul y unos zapatos negros—. Vaya estáis guapísimos—sonreí.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora