21. Cigarrillo

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El despertador sonó alertándonos de la hora, eran las 8:00 a.m, lo paré con rabia y me removí en la cama con mucha pereza, no tenía ganas ninguna de ir a trabajar.

—Eris—Darien me movió suavemente—. Despierta dormilona, hay trabajo que hacer.

—Mmhhh no quierooo—me tapé hasta la cabeza con las sábanas.

—Oh no—Darien agarró las sábanas y me las quitó de encima, para acto seguido, abrir la persiana dejando que el sol entrase por la ventana, dándome en toda la cara.

—¡Joder Darien!—me quejé. Tras un rato remoloneando en la cama me levanté y fui a la cocina aún adormilada. Me senté y apoyé la cabeza en la mesa.

—Veeenga Eris, hoy tienes que estar contenta, viene Niccolo—dijo mi compañero poniendo el desayuno en la mesa.

—¡Eriiis!—una voz masculina gritó mi nombre entrando por la puerta.

—¡¿Es que hoy dan un premio por gritar mi nombre?!—ya estaba alterada.

—Lo siento hermanita, pero me enteré de que a partir de hoy ibas a cuidar de un niño pequeño, y quería saber que tal estas ¿Lista?

—Claro que estoy lista—levanté mi cabeza orgullosa. Pero en realidad estaba aterrada. ¿Y si no sabía cómo educarlo? ¿O en verdad se convertía en un niño maleducado y repelente? O peor ¿Y si lo pierdo? No es lo mismo que perder un llavero, que compras otro y ya, es una vida de la que tengo que estar a cargo.

Aún con esos pensamientos en mi cabeza no iba a mostrar mi inseguridad y actué como si nada.

—Carter ¿Te quedas a desayunar?—le preguntó Darien.

—Si, muchas gracias—se sentó a la mesa con nosotros y los tres desayunamos en silencio.

—Por cierto. ¿Cómo va Joseph?—me dirigí a Carter.

—Bien, ya está en casa y puede caminar, pero estoy por contratar a alguien para que cuide la tienda con él—al hablar de nuestro padre se le notaba algo decaído.

—Puedo buscar a alguien dentro de la agencia—comenté restándole importancia.

—Nosotros ya vamos a estar bastante ocupados con el crío—le lancé una mirada de odio a Darien.

—¿Queréis dejar ya el tema del niño todos?—me levanté de la mesa y me metí en mi habitación para cambiarme.

Decidí ponerme unos pantalones estilo militar, una camiseta blanca junto con una chaqueta de cuero negra y unos tenis del mismo color. Cogí cuatro de mis cuchillos, antes eran cinco pero un gilipollas me rompió uno de ellos, me iba a llevar mi katana pero la hoja ya estaba bastante desgastada, la tengo desde que entré en la agencia y ha visto tanta sangre como yo, definitivamente necesito una nueva. Salí de mi habitación y esperé por los dos hombres que habían invadido mi casa para irnos en el bus hacia la agencia.

—¿Hoy no llevas la katana?—preguntó Carter, hay veces que parece que me lee la mente.

—Llevo mis cuchillos, la pobre está para el arrastre.

—Habrá que jubilarla—los tres reímos ante el comentario de Darien.

No tardamos en llegar a la agencia, pasamos los controles de seguridad y ahí dentro escuché que vuelven a gritar mi nombre pero por duplicado y al segundo noto un peso extra encima mío.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora