19. Ojo por Ojo

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Me desperté con el peso de un brazo en mi cintura y sintiendo una respiración lenta y tranquila sobre mi cabeza. Poco a poco abrí los ojos encontrándome con Darien, estaba dormido y su cara era de paz absoluta.

Sin darme cuenta me quedé contemplando sus ojos grises ahora cerrados, su cabello marrón desordenado, su piel blanca como la mía y su pecho cubierto por una camisa de tirantes que subía y bajaba lentamente en un tono acompasado con su corazón.

Al darme cuenta de que pasé casi un minuto mirándolo me di la vuelta lentamente intentando no despertarlo y cuando intenté quitar su brazo de mi cintura sentí que me apretaba más contra él.

—¿Ya es de día?—preguntó adormilado.

—Si, levanta, que quiero llegar pronto—intenté zafarme de su agarre, pero él me apresó más con su brazo.

—Mmmhhh no, yo estoy cómodo así—rodé los ojos y me deslice hacia abajo para librarme de él.

Desayunamos rápido y fuimos a la agencia, en verdad me dolía todo pero no pensaba retrasar nada, necesitaba sentir su sangre por mis manos.

Al entrar por la puerta simplemente me dirigí hacia donde estaba Pilot, no quería hablar con nadie y menos con Zero sobre lo que había pasado ayer en su despacho.

—Oye—le llamé.

—Buenos días a ti también—contestó riendo.

—¿Está en la sala?—me crucé de brazos.

—Si, desde ayer a la tarde, nadie ha interactuado con él.

—Muy bien—sonreí tétricamente—. Quiero mi bate de metal, un cuchillo de carne fina y otro de caza, un pica hielos, una pistola calibre 22...y dame ésta chapa de Deadpool.

—¿La chapa se puede saber para qué la quieres?—se levantó para traer las cosas.

—Tranquilo, te la devolveré—cogí la pistola y la guardé en mi pantalón vaquero tapado por mi camiseta gris que iría a lavar una vez me duchase al terminar la tortura.

La chapa la guardé en mi bolsillo junto con el pica hielo, los cuchillos en sus funda uno en mi muslo izquierdo y otro en mi cadera y finalmente el bate me lo llevé en la mano apoyándolo en mi hombro.

Bajé hasta las salas de tortura, los gritos de dolor que soltaban las víctimas inundaban el pasillo, era melodía en mis oídos. Según sabía hoy estaban ocupadas las salas de Carter, Alba y Angie y Samuel.

Entré en mi sala, en el centro estaba el hombre atado de pies y manos. Le miré y el muy cabrón se encontraba dormido, así que cogí el picahielos y se lo clavé en la mano provocando que un grito desgarrador saliese desde lo más profundo de su garganta.

—¡MALDITA HIJA DE PUTA!—se quejó.

—Oh por Zeus gritas como una niña—dije riendo.

—¿Vienes a por más zorra?—me miró con cara pervertida.

—No. ¿Sabes una cosa? Mucha gente dice que la venganza no es el mejor método, pero creo que entonces es que no has hecho algo bien—amplíe mi sonrisa mientras recogía mi pelo negro en una coleta alta.

—Oye oye, cuidado con el material—dijo cuando le cacheé y yo sonreí al encontrar su cartera—. ¡Ey eso es mío!—se retorció.

—Ahora es mío—guardé la cartera en mi bolsillo de detrás de mi pantalón.

Me aseguré de que las manos estaban bien atadas y cogí la chapa sacando hacia afuera la parte más afilada.

—Que empiece el juego—sonreí provocando pavor en su mirada.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora