15. Dos trabajos

158 14 0
                                    

Eran las 8:00 a.m y mi despertador no dejaba de sonar. Lo lancé contra la pared y me di cuenta de que estaba en mi cama, pero ayer me había quedado dormida en el sofá.

¿A que voy a ser sonámbula? ¿O tendré superpoderes? Aunque vaya mierda de súperpoder.

Me levanté recordando lo que había pasado la noche anterior y a Darien, por lo que fui al sofá pero no había nadie, busqué en el baño y en otras habitaciones, pero tampoco. En verdad todo fue un sueño, o bueno, una pesadilla.

—¡Hola!—me sobresalté y me puse en posición de defensa, dejando inmovilizada a la persona que había entrado a mi casa—. E-eris, soy y-yo, Darien.

—¿Darien? ¡Oh por Zeus, Darien! ¡No me vuelvas a dar esos sustos!

—¡Pero si fuiste tú la que casi me mata!

—¡Y yo que sabía! ¡Pensaba que todo había sido un sueño!

—¿Y tú vas a tu cama flotando no?—lo miré incrédula—. Sí Eris, yo te cargué en brazos y te llevé a la cama.

—G-gracias—dije avergonzada.

—¿Cómo? ¿Qué has dicho?

—Que no te pases porque vives en mi casa y puedo castrarte en cualquier momento—sonreí.

—No hay de que—pasó su brazo por mis hombros—. Venga, ahora vamos a desayunar—nos dirigimos a la cocina yo siendo arrastrada por él.

—Madre mía ¡Todo tiene una pinta buenísima!—dije observando la mesa con el desayuno. Había zumo de naranja, tostadas, fruta, café y...Oh Dioses—¡TORTITAAAAS!—grité abrazando inconscientemente a Darien, quien correspondió con una sonrisa.

Le di de comer a Ron que tenía el bol vacío, ese gato comía como un gran danés.

Nos sentamos a desayunar. Las tortitas estaban buenísimas y el café simplemente delicioso. Nunca había desayunado tan bien, quedé tan llena que pensaba que iba a reventar.

Qué macabro todo, reventar por comer y luego todas las tripas por fuera... Sería una buena manera de decorar la casa. Finalmente al terminar ambos nos dirigimos a la agencia  que quedaba en el centro de la ciudad, por lo que tuvimos que coger un bus, que para mi desgracia estaba lleno de gente que iba a trabajar.

—Agg, odio las multitudes—me quejé en voz baja, pero Darien lo escuchó perfectamente.

—A mi no me parece tan malo—me miró con cara pervertida y en ese momento me di cuenta, estábamos demasiado cerca, había tanta gente que no nos podíamos ni mover. Si dejáramos caer un alfiler aquí se pincharían ocho antes de llegar al suelo y eso tirando por lo bajo.

—Como hagas algo raro...—y sin dejarme terminar la frase empezó a arrimarse más a mi. En mi cara se formó una sonrisa malévola—. ¡AYUDAA!—grité desesperada captando la atención de todos—. ¡ACOSADOR!—y le propiné un golpe en la cara dejando la marca de mi mano en su mejilla.

El conductor paró el bus y vino hacia atrás haciéndose paso entre la gente, era un armario empotrado en toda regla, pero bastante ágil. Tras hacer un poco más de escándalo, el autobusero, que se llamaba Martín, obligó a Darien a bajar del autobús y mientras este volvía a arrancar yo me despedía de él enseñándole mi dedo de en medio con una sonrisa.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora