Él cerró los ojos junto a mi, mientras el viento mecía su pelo, respirando profundamente y dejando que el aire puro inundase sus pulmones. Me acomodé en su pecho con mis ojos aún cerrados, el silencio era únicamente interrumpido por el canto de los pájaros y nuestras respiraciones pausadas.
—Eris.
—Darien.
—¿Cómo llegaste aquí?—abrí mis ojos mirando hacia la lejanía.
—Simplemente llegué, llevo aquí desde que tengo memoria—hice una pausa, sintiendo como un nudo inundaba mi garganta—. Zero me rescató hace 17 años de las calles, donde vivía.
—¿Eras huérfana?
—No, solo me apetecía vivir sola y jugarme la vida cada día, no te jode—solté molesta.
—Perdón, fue una pregunta tonta—dijo con un tono notablemente decaído.
—¿Y tú? Nunca supe que Rebecca había tenido un hijo.
—Bueno, yo siempre viví con mi padre—intentó hacer una sonrisa, la cual se quedó en una mueca—. ¿Sabes? Si hace tiempo me hubiesen dicho que encargaría a una asesina la vida de mi tío, lo hubiese negado en rotundo—sus ojos se aguaron.
—Si no quieres seguir no te voy a obligar—puse mi mano sobre la suya.
—Está bien, supongo que a alguien se lo tendría que contar—entrelazó nuestros dedos con delicadeza para continuar—. Hace tiempo mi padre era un hombre bueno, amaba a mi madre y a mi, nos cuidaba y protegía. Él era policía y por supuesto sabía del trabajo de mi madre, yo quería ser como ellos, pero ambos decían que era muy peligroso, aunque por suerte siempre me entrenaron en casa, por eso me resultó tan fácil pasar mi primer entrenamiento para entrar a la agencia.
—Nunca me fié de los polis—fruncí el ceño.
—Yo tampoco, por eso decía que no tenía trabajo—apretó más mi mano—. Lo que nadie sabe es que yo no era hijo único, al menos no iba a serlo,un año antes del accidente mi madre iba a tener otro bebé, una niña. Mi padre era el que más emocionado estaba, le decía a mi madre que dejase el trabajo durante su embarazo, pero ella no hizo caso, y con apenas 17 semanas nos enteramos que la habían ingresado el hospital tras una misión que había salido mal—me miró—. Perdió al bebé.
—Recuerdo esa misión, perdimos a muchos agentes por una trampa. Sin embargo nadie sabía que Rebecca estuviese embarazada, Zero no la habría dejado participar.
—Supongo que por eso mismo no se lo dijo a nadie. El problema vino después de ese día, mi padre no fue el mismo. Se le veía más decaído, empezó a insultar a mi madre diciendo que se preocupaba más del trabajo que de su familia, y que por eso había perdido al bebé, pero todo cambió por completo tras la muerte de ella, mi padre comenzó a beber y ni me hablaba, a partir de ahí se volvió mucho más violento y cruel, despreciaba a mi madre por descuidar a su familia, yo siempre la defendía, hasta que llegó el día en que me golpeó por primera vez, la primera de muchas—una lágrima rodó por su mejilla.
—Sshh, tranquilo, ya no te puede hacer nada—limpié su lágrima con mi pulgar—. No debes recordarle a él, sino a tu madre, fue una heroína, salvó a mucha gente, intentó salvar a mi hermana, siempre estaré en deuda con ella, era una mujer fuerte y valiente—le sonreí—. Al igual que tú.
—Pero yo no soy una mujer—reímos—. Me gusta cuando sonríes.
—¿De qué hablas? Sonrío a menudo.
—No, me refiero a sonreír de verdad, no una simple risa, sino una sonrisa de alegría, solo te veo hacerlas con Niccolo—bajé mi vista al suelo—. Tienes miedo, no se a qué, pero lo tienes.
—No tengo miedo, solo sé que nada es para siempre, y en este trabajo no te puedes fiar de nada ni nadie, un paso en falso y puedes acabar con tu vida...o con la de alguien más. No tengo miedo, solo no quiero perder a la gente que me importa, Joseph, Carter, Angie, Alba, mis amigos, Niccolo...—observé sus orbes grises—. A ti...
—No nos perderás.
—¿Y quién me asegura eso?—agaché mi cabeza—. Siempre he estado sola, como el triste llanto de una ballena que canta en soledad sin poder encontrar a nadie en la inmensidad del solitario mar.
—No debe ser así, Eris, mírame—levantó mi mentón con su mano delicadamente—. No te dejaremos sola, nunca, eres fuerte, tienes a gente que te quiere, Niccolo te adora y te necesita, y yo siempre estaré guardando tus espaldas.—sonrió mostrando sus blancos dientes.
—Gracias—le abracé sin previo aviso, pillándole un poco por sorpresa, pero en seguida me correspondió.
—No tienes que agradecerme nada, ya te ganaré en algún combate—me echó su lengua como un niño pequeño.
—De eso nada, nunca me ganarás.
—¿Qué no?—en ese momento sin darme tiempo a reaccionar comenzó a hacerme cosquillas.
—JAJAJAJAJA D-Darien para Jajajajajaja, por-por favor JAJAJAJAJA.
—Reconoce que soy mejor.
—¡JAMÁS! JAJAJAJAJAJAJA.
—Entonces no paro—siguió torturándome con las cosquillas.
—V-vale, ¡Vale! JAJAJAJAJAJA, ¡Eres mejor que yo! ¡Eres mejor! JAJAJAJAJA—en ese momento paró y me miró fijamente, él estaba encima de mí y yo me encontraba acostada en el suelo.
Nuestras respiraciones aceleradas se mezclaban, a medida que nuestras caras se acercaban cada vez más hasta fundirnos en un beso lento y tierno.
—Eres hermosa—sin dejarme hablar posó sus labios sobre los míos besándome tiernamente.
—Lo se—dije que con suficiencia cuando nos separamos, y sin que se lo esperase le di la vuelta quedando yo encima de él—. Y nunca serás mejor que yo.
—Lo creo bien—reímos a la vez. Salí de encima suyo y saque un cigarrillo de mi chaqueta de cuero negra, para acto seguido encenderlo.
—Mierda—dije al ver que la llama no se encendía—. Oye tienes...—al momento Darien sacó su mechero y encendió mi cigarrillo y otro para él. Inhalé el humo tóxico que inundó mis pulmones—. Gracias—exhalé.
—No hay de qué—nos quedamos fumando en total silencio, uno al lado del otro, hasta que un ruido, acompañado de gritos nos avisó de que alguien subía por las escaleras, por lo que nos levantamos y nos pusimos en posición de defensa.
Todo quedó en total silencio. Durante unos minutos no se escuchó nada, hasta que de repente y sin previo aviso, alguien abrió de golpe la puerta. Quien entró era un varón blanco de entre unos 40-50 años, llevaba únicamente unos pantalones cortos y su piel estaba llena de heridas y sangre, nos miró suplicante, en el momento exacto en el que entraron detrás de él dos enfermeros seguidos de Pandora.
—Erick, tranquilo, no te haremos daño, vamos, vuelve a la sala—le dijo la mujer. Pandora, hermana de Alba, agente de rango Trece, 25 años, ojos marrones y pelo del mismo color, experta en armas de fuego y lucha cuerpo a cuerpo, a menudo crea armas para la agencia, utiliza nuevos métodos para la tortura y modifica otros, en lugar de únicamente torturar a sus prisioneros adora experimentar con ellos, por desgracia, muchos de ellos se suicidan o intentan escapar, ya que la peor tortura a la que ella les induce sin siquiera quererlo, es la tortura psicológica.
—Trece, ¿Se te ha vuelto a escapar otro de tus prisioneros?—llevé mis manos a mi cintura—. Es el quinto en dos semanas—la regañé.
—Lo siento Uno, no me había dado cuenta—rió nerviosamente—. Bueno, me lo llevo ahora mismo. Riko, Viktor, agarradlo—les ordenó a los enfermeros.
—¡NO! ¡NO OS ACERQUEIS A MÍ!—en ese momento, el hombre histérico sacó un bisturí que había escondido en su pantalón y cuando corrió amenazante hacia Pandora, un disparo hizo que los pájaros en las cercanías volaran alterados, y el cuerpo del prisionero cayó muerto al suelo con una bala incrustada en la frente.
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La hija del Caos
Teen FictionNombre: Eris Apellidos: Desconocidos. Edad: 25 años. Origen: Desconocido. Familia: Desconocida Residencia: Desconocida. Habilidad: Manejo de todo tipo de armas y lucha cuerpo a cuerpo. Trabajo: Asesina a sueldo.