8. Cueste lo que Cueste

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Zero, ese hombre que llegué a querer como un padre, él fue quien me recogió de las calles y me proporcionó un hogar, pero nada es gratis en esta vida.

—Eris—una voz masculina apagada sonaba a mi alrededor—. Eriiis—me seguía llamando la voz—. ¡ERIS!

—¡¿QUE!?—abrí mis ojos y, lo primero que vi, fue a Carter en frente mirándome fijamente. Me había quedado dormida—. ¿Qué ocurre? ¿Y Joseph?

—Tranquila, está bien, aunque siguen sin despertar, vamos a desayunar—me levanté del sofá y bajé junto a Carter a la cafetería, el café era asqueroso pero menos es nada.

—Oye ¿Qué hora es?

—Las 13:35, se te veía con sueño. ¿Porqué?

—Tengo la sensación de que me olvido de algo.

—Eris ¿Estás durmiendo bien?

—Si Carter, ayer me quedé despierta hasta tarde solo fue eso... ¡Mierda!—al ver el color marrón del café me acordé de lo que creía haber olvidado.

—¿Qué pasa?—preguntó mi hermano alarmado.

—¡Se me había olvidado que había quedado con un cliente para la entrega del dinero de un encargo!—me puse la chaqueta y salí a toda prisa del hospital, no sin antes, despedirme mi hermano y decirle que me llamase si pasaba algo.

Caminé con paso apresurado hasta llegar a una floristería para comprar tres rosas negras y reanudar mi marcha hacia la cafetería. Llegué a las 13:43. Tres minutos tarde. Entré por la puerta con un tintineo producido por una campanita, colocada justo al lado de la puerta, para avisar de la llegada de un cliente. El chico estaba en la mesa más alejada con un café en la mesa y una mochila en la silla justo a su lado, custodiándola como un dragón su tesoro.

—Siento la tardanza—me disculpé sentándome en la silla justo en frente de él. El chico era de piel blanca y cabello marrón.

—No pasa nada, yo llegué hace poco. Soy Darien—tomé su mano sonriendo, pero no pensaba decir mi nombre. Llevaba puestos una chaqueta de cuero negra con una camiseta roja con las palabras "Kick Me" de la banda Sleeping With Sirens. Deseaba quitársela y salir corriendo ahora mismo.

—¿Tienes el dinero?—desvié la atención de la camiseta a sus ojos grises como un día nublado.

—Si, y ya vi el cadáver por mí mismo.

—Los policías creyeron que fue una sobredosis autoproducida ¿No?

—Exactamente. Ni lo han investigado, se habrían dado cuenta de que él era zurdo y la aguja estaba en el brazo izquierdo.

—La policía hoy en día no sirve para nada—una sonrisa ladina se formó en sus labios y vi que, según su expresión, quería preguntarme algo, pero no se decidía a hacerlo—. Puedes preguntar lo que quieras y yo te responderé lo que sepa o lo que pueda—al oír esto sus mejillas adquirieron una pequeña tonalidad rosada.

—¿Tú fuiste quien lo mató?

—Yo solo soy un mero intermediario—y en parte era verdad, yo soy la asesina, pero también mi propia intermediaria.

—¿Cómo te llamas?

—Lo siento, pero esa información no la puedo dar a un civil.

—Entiendo, aquí está el dinero—me entregó la mochila.

—Gracias. Ten—le entregué las rosas—. Pónselas a tu prima—le guiñé el ojo y me levanté de la silla.

—¡Espera!—me paré—. ¿Sabías que hoy era el aniversario de la muerte de mi prima a pesar de ser un intermediario?—me gusta este chico, es muy observador. Y una pequeña sonrisa de satisfacción salió de mi boca.

—Simplemente sigo órdenes.

—Pues gracias, a las dos—su mirada bajó algo desilusionado.

—No hay de que—salí de la cafetería. Era las 14:30. Volví al hospital con Carter y comí con él para hacer tiempo hasta las 17:00 p.m cuando tenía que ir a ver a Zero en el parque. No quería ir pero llegados a este punto no me quedaba otra opción.

Salí tranquila por la puerta, mi paso era lento y pesado, como si de alguna forma el retrasar mi rimo pudiese librarme de esa detestable reunión. Paré en una cafetería y pedí un café bastante grande para que me ayudase a soportar la tediosa charla que me esperaba.

Llegué a la entrada del parque y me dispuse a dar un paseo para hacer tiempo. Aunque el día estaba gris, había muchos niños y familias jugando, ver a los niños sonriendo a veces me hacía reflexionar. Una sensación agridulce recorrió mi cuerpo al recordarlo y un escalofrío penetró en mi espalda, dejándome totalmente absorta mirando a los infantes.

—Los niños siempre están llenos de energía ¿Verdad?—una voz me sacó de mis pensamientos. Era un hombre en silla de ruedas, tenía una cabellera blanca a juego con una barba del mismo color, resaltando unos ojos azules como el frío hielo, atentos a todo movimiento.

—Siempre llenos de vida, alegría y vitalidad.

—Todo lo contrario a ti. Todo a lo que renunciaste.

—Yo no renuncié—lo miré de soslayo con una mueca molesta—. Yo no tuve opción.

—Ella era lo contrario a ti.

—No tienes ningún derecho a hablar de ella.

—Lo siento, sé que la extrañas.

—A cada momento.

—Lo siento.

—Un lo siento no cambiará nada Zero.

—Lo sé.

—Acabemos cuanto antes con esto—sentía que si seguía esa conversación acabaría derrumbándome, y no pensaba hacerlo delante de ese cobarde.

—Bien. Mi propuesta es que vuelvas a la agencia a cambio de que yo proteja a Joseph y a Carter bajo cualquier circunstancia—sentí mi sangre comenzar a hervir—.¿Qué dices?

—...jejeje...jejejejeje...jajajajajaja... ¡JAJAJAJAJAJAJA!—no podía controlar mi risa, muchos me miraban con extrañeza y muchos otros con miedo pero en ese momento no podía reprimir mis carcajadas.

—Eris sé que lo que pasó a última vez no estuvo bien, pero yo ya estoy cargando con mi propia culpa—mi risa cesó.

—Eres un maldito hijo de perra—en mi voz calmada se notaba que la ira se apoderaba de mi—. Sabes que me da igual lo que digas, nada va a cambiar el pasado—volví a calmarme recordándola a ella, recordando su sonrisa en el parque.

—Eres la mejor de toda la agencia, todos te echan de menos y hay nuevos agentes que deseo que conozcas.

—¿Sabes? Estoy harta, harta de que tengáis tantas ganas de que vuelva, harta de que intentéis convencerme de volver, harta de que os hayáis olvidado de ella como si nunca hubiese existido. 

—Nadie la ha olvidado.

—Pues no actuéis como tal—suspiré pesadamente—. Acepto volver.

—Me alegra oír eso.

—Pero—me giré e hice contacto visual—. Si Carter o Joseph resultan mínimamente dañados me voy para no volver.

—Me parece justo.

—Hay dos condiciones más—Zero sacó una pequeña libreta y una pluma para anotar las condiciones.

—A pesar de hacer trabajos en la agencia seguiré con mi trabajo de asesina a sueldo y le daré más importancia a éste, además, solo entraré cuando Joseph despierte y deberéis pagarle su recuperación.

—Todo listo—me pasó la libreta en la cual había escrito un contrato con todas las condiciones y tras leerlo detenidamente lo firmé.

—Esto solo lo hago por mi familia.

—Y en su memoria ¿Verdad? Desde la agencia lo buscarás.

—Vengaré a Aria cueste lo que cueste.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora