10. Otra Rosa Negra

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—¡Oye! ¡Yo soy el mayor!—protestó Carter haciendo un puchero.

—Vamos, vamos, os quiero a los dos por igual—dijo Joseph abrazándonos a los dos.

—Pero a mi más—le eché la lengua a mi hermano como una niña pequeña.

—Ya te gustaría—los tres nos reímos y hablamos durante un rato más hasta que caímos en los brazos de Morfeo.

A la mañana siguiente yo iría al cementerio, normalmente iba con Joseph pero hoy iría sola.

—Padre, Eris irá al cementerio y yo tengo un encargo, volveremos en cuanto podamos—informó Carter.

—Por supuesto...no os preocupéis por mi...Mala hierba...

Nunca muere—completamos Carter y yo al mismo tiempo. Ese era el dicho de nuestra familia.

—Que escena tan enternecedora—uno de mis cuchillos salió volando hacia ella clavándose en la pared y Carter había sacado su pistola apuntando en su dirección—. Menuda bienvenida me dais, si solo venía a dejar estas flores.

—Cuanto tiempo sin verte Hera. ¿Qué es lo que quieres?

—No te preocupes bonita, si vengo es por ordenes de Zero.

—Si sintiese algo ahí abajo y te pidiese que se la chupases no tardabas ni medio segundo en arrodillarte.

—Por dios, que lenguaje tan vulgar—esa mujer me sacaba de quicio, era la secretaria de Zero, a él le importaba tanto como una piedra, pero ella mataría por él, que absurdo.

—Adapto mi lenguaje a la persona con la que hablo.

—Ni se te ocurra hablarme así niñata—me encantaba molestarla.

—Hera...a que has venido...—dijo Joseph con dificultad.

—Padre no hables, nosotros nos encargamos de esto—habló Carter mientras se levantaba.

—Tranquilos, solo venía a daros estas flores—mostró el ramo que se encontraba en sus manos—. Bueno, yo no tengo nada más que hacer aquí. Chaooo—se despidió canturreando.

Hera es una mujer alta, de una familia rica. Siempre lleva una coleta recogiendo su largo pelo rubio, a veces entiendo porqué se generaliza que la gente rubia es tonta. La única familiaridad que tiene con las armas son las de fuego, gracias a que su padre es un gran fanático de estas, y por mucha rabia que me dé reconocerlo, ella es muy buena, pero claramente no mejor que Carter.

Tras esa inesperada visita, salí del hospital y me dirigí hacia la floristería, para recoger tres rosas negras. Justo cuando iba a salir por la puerta me encontré con alguien a quien no pensaba ver más, pero extrañamente no me molestó su presencia.

—Vaya, que coincidencia—comentó.

—Hola—respondí seca.

—Vaya, que habladora estás chica misteriosa.

—Las palabras a menudo son innecesarias.

—Veo que mantener una conversación contigo va a ser difícil.

—Estamos conversando—señalé obvia.

—Touche. ¿Y que haces aquí chica misteriosa?

—Deja de llamarme así.

—Dime tu nombre.

—Buena jugada pero no cuela Darien—una pequeña curva surcó mis labios, este chico era bueno.

—Perdona pero tenía que intentarlo—sonrió con algo de burla.

—Oye me caes bien, pero tengo que irme, recuérdame que no ponga tu nombre en mi Death Note—pasé por su lado guiñándole un ojo y salí de la pequeña floristería.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora