29. Honor

87 11 0
                                    

Finalmente Niccolo y Darien llegaron para ayudarme a cocinar. El primer plato ya lo tenía listo, era ensalada de pasta por lo que no me llevó demasiado hacerlo, de segundo decidimos hacer carne asada, de la cual se encargaría Darien, y de postre una tarta de fresa, la favorita de Lira, la cual nos encargaríamos de hacer Niccolo y yo.

Tras casi una hora, la cocina hecha un desastre y Niccolo y yo con harina hasta en las orejas, conseguimos terminar la tarta, que llevaba nata además de fresas naturales. Recogimos todo rápidamente, y en el último segundo sonó el timbre, por lo que me dirigí a la puerta para dejar pasar a nuestros invitados.

—Axel, Lira, bienvenidos, pasad—me aparté para que entrasen en casa.

—Vaya que casa más bonita—dijo Lira asombrada.

—Seguro que mola más vivir en una caravana—reí.

Los tres pasamos a la mesa, que estaba totalmente colocada y nos juntamos con Nicco y Darien para empezar a comer.

—Qué buena pinta tiene todo—Axel miraba la comida con los ojos como platos.

—Coma sin miedo, hay de sobra—sonrió Darien.

—Por favor querido, tutéanos—le devolvió la sonrisa Lira—. Me gustaría una cocina así la verdad, aquí podría cocinar todo el día sin salir.

—¿Es que no tenéis casa?—preguntó Niccolo inocente, provocando la risa de todos.

—Nosotros tenemos una casa que se mueve—dijo Axel con entusiasmo.

—¿¡Se mueve ella sola!?—Nicco tenía una cara de sorpresa enorme.

—Bueno... más o menos. ¿Sabes lo que es una caravana?—el niño asintió eufórico—. Pues nosotros vivimos en una, y vamos recorriendo distintos países.

—¡Increíble! ¡Cuando sea mayor me iré a vivir en una caravana!—todos reímos con su cara de absoluta certeza.

Finalmente tras hablar y debatir sobre distintos temas llegó la hora del postre.

—Nicco ¿Quieres llevarle tú la tarta a Lira?—le susurré.

—¿Puedo?—sus ojos brillaron de emoción.

—Claro, solo ve con cuidado—le sonreí.

—¡Lira cierra los ojos!—ella obedeció al pequeño quien, tras ayudarle a coger la tarta de la nevera, la puso delante de la mujer—. Ábrelos ahora.

—Oh, que bonito detalle, Eris no deberías haberte molestado—los ojos arrugados de la anciana se aguaron.

—No fue nada, usé tu receta y obtuve gran ayuda de mis dos chicos—la abracé.

—Yo ayudé mucho—dijo Niccolo orgulloso.

—Muchas gracias a ti también pequeño soldadito—y abrazó al niño. En ese  instante sonó mi móvil.

—Es Zero, tengo que coger—pero sin poder mediar palabra Lira ya se encontraba con mi teléfono en sus manos.

—Zero, escucha, la chiquilla está ahora con nosotros y su familia así que no tiene tiempo para tus encarguitos—reí, ésta mujer sin duda tenía carácter.

—...

—Me da igual, encargárselo a otro agente.

—...

—Pues ella no se va a mover de aquí. Fin—sin más ni más colgó el teléfono y me lo devolvió con una sonrisa.

—¿Qué quería?

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora