22. Niccolo

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—Niccolo, ellos serán tus dos hermanos mayores, te cuidarán y educarán—le explicó Zero y en ese instante alguien tocó la puerta—. ¡Adelante!

—Buenos días señor—un hombre alto y fornido entró a la oficina, seguido de dos más iguales a él—. Venimos para adecuar la habitación del niño—habló con una voz ronca y potente.

—Perfecto, estos son los agentes Uno y Cinco, los dueños de la casa.

—Buenos días—saludó mi compañero con una sonrisa.

—Hola—me crucé de brazos.

—¿A qué hora prefiere que vayamos a su casa señor?—se dirigió a Darien.

—Ejem—me puse en medio de los dos hombres mirando al que acaba de entrar—. Yo soy la dueña de la casa, por lo que debería preguntármelo a mi—le miré molesta.

—JAJAJAJA—una risa estruendosa salió de su interior—. Perdone señorita, pero esto son cosas de hombres—intentó acariciar mi cara, pero antes de que su gran mano me alcanzase agarré sus partes masculinas apretando y haciendo que todos los hombres de la sala arrugasen su cara en forma de dolor.

—Escucha cielo, entiendo que la neurona a veces no te hace conexión, pero vuelves a soltar una gilipollez por esa bocota y lo que te hace hombre desaparecerá junto a tu lengua—apreté más haciendo que soltase un quejido como una niñita.

—Vale, vale, vale, vale—se acercó Darien quien tenía una cara divertida—. Venga, Uno suéltalo. Tío, inhala y exhala—se refirió a él.

Uno suéltalo...—dijo Zero con expresión divertida. Le miré una vez más a los ojos y lo solté haciendo que volviese a respirar con normalidad.

—Niccolo—me dirigí al niño que estaba detrás de la silla de ruedas de Zero agarrando su peluche—. No te haré daño—sonreí—. ¿Vienes conmigo a comer helado?—estiré mi mano para que la agarrase, el niño miró a Zero y al ver que este asintió, agarró mi mano y nos dirigimos a la salida—. Os quiero a las 20:00 p.m en la dirección que os dará Cinco ahora, y no me gusta la impuntualidad—miré a los hombres que había en la habitación para acto seguido salir de la oficina.

—Señorita Eris—me llamó Niccolo.

—No hace falta que me digas señorita, llámame Eris—sonreí, a lo que él respondió asintiendo con una ligera curva en sus labios.

—¿Porqué a Darien y a tí les llamaban Uno y Cinco?—un poco de su acento italiano se dejaba marcar en sus palabras, era adorable.

—Verás, aquí a cada persona que empieza a trabajar con nosotros se le asigna un número y según lo bien que vaya haciendo su trabajo va subiendo números.

—Entiendo...—se quedó dubitativo—. ¿Y cuántos números hay?—esa pregunta me hizo algo de gracia.

—¿Hasta que numero sabes contar?

—Hasta el 100—dijo orgulloso.

—¡Vaya!—me hice la sorprendida—. Muy bien, pero aquí hay más números de los que podrías contar—reí.

—¡Eris!—me llamaron.

—Hola chicos—me acerqué sonriente hacia donde estaban mis amigos.

—¿Quién es él?—preguntó Luna curiosa.

—Chicos, chicas, este es Niccolo. Tranquilo, puedes salir, son mis amigos—animé al niño que estaba escondido detrás de mi—. Mira, ellos son Angie—señalé a mi amiga de pelo negro, quien le sonrió—. Ella es Alba, él es Samuel, Luna, Ares, Pilot...

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora