37. Cita

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—Que sea la última vez que pase esto Pandora—guardé el arma y me dirigí tranquila hacia la puerta seguida de Darien.

—Bueno, ahora tendré que buscar otro sujeto de prueba—reí ante el comentario de la morena.

—¿Porqué disparaste?—cuestionó mi compañero al estar ya los dos solos.

—Era una amenaza—contesté indiferente.

—Ambos sabemos que podrías haberlo reducido sin apenas esfuerzo—no contesté.

Seguimos bajando esta vez en completo silencio, dejando que el eco de nuestras pisadas retumbase entre las solitarias paredes.

Al llegar a llegar a la planta 14, nada más entrar por la puerta Carter casi se lanza encima nuestro, totalmente agitado.

—¡Eris! ¡Rápido! ¡Hospital! ¡Axel!

—¡Hey hey! Carter cálmate y dime que pasa—intenté tranquilizarle.

—Axel estaba con Lira y Niccolo cuando se empezó a quejar de un dolor muy fuerte en el pecho, está en el hospital, es probable que haya sido un infarto. 

—Vamos—dije seria, corriendo hacia la salida, seguida de los dos hombres.

—Iremos en mi coche—sugirió mi hermano, a lo que ninguno puso pegas.

Tardamos unos minutos en llegar al hospital, entramos rápidamente por la puerta principal y nos dirigimos al mostrador para preguntar por Axel.

—Queremos ver a Axel Sotelo—exigí.

—Perdone, pero si no es familiar...

—Si ni is fimilir ni pidi intrir—imité irritada a la recepcionista—. Oiga, no tengo tiempo para estas gilipolleces, queremos ver...

—Si quieren ver a Axel Sotelo vengan por aquí—me cortó una voz femenina muy efusiva—. Soy la doctora Rioko Toga—una mujer asiática de pelo largo, plateado y ojos oscuros con una bata blanca, me extendía la mano con una gran sonrisa posada en su boca, dejando ver sus blancos dientes.

—Eris—contesté sin más.

—Acompáñenme—seguimos a la mujer que tarareaba, a través de distintos pasillos hasta llegar a la sala donde estaba Axel en una camilla junto a Lira y Niccolo.

—¡Eris!—el infante corrió hacia mí, le cogí en brazos y él escondió su cara en mi hombro, provocando una pequeña risa en todos los presentes.

—Bien, ¿Qué ha pasado?—pregunté al fin.

—El señor Sotelo ha sufrido un infarto, pero gracias a la rápida intervención de su mujer y el niño, hemos podido atenderle a tiempo—explicó Rioko con su carácter alegre.

Dejé de prestar atención, ya que sabía toda la charla de cuidados que iba a dar, ya había vivido ésta situación muchas más veces. En lugar de atender, paseé mi vista por todos los presentes, uno por uno, analizando su estado, hasta que me paré en mi hermano.

Carter estaba con la mirada perdida, pero no en un rincón o en el suelo, sino en la doctora Rioko, estaba embobado, como un adolescente totalmente enamorado, lo que me hizo gracia. Mi hermano no había tenido mucha suerte en el amor, y que yo espantase a algunas de sus novias que no me caían bien en el instituto no ayudaba, pero lo hacía por su bien.

—¿Entendió señorita Eris?—me preguntó Rioko.

—Por supuesto—asentí.

—Bueno, les dejo tranquilos, llámenme si necesitan algo—y sin más que decir salió de la habitación, no sin antes mirar hacia mi hermano.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora