25. Danza

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Tras avisar a Zero del trabajo completado con éxito, llegué a casa. Todo estaba muy oscuro, eran las 5:30 a.m por lo que probablemente Darien y Niccolo ya estuviesen dormidos.

Pasé lentamente a través del pasillo intentando no hacer ruido. Me deslicé hasta mi habitación que extrañamente estaba vacía, no le di importancia y cogí ropa interior limpia y una camiseta larga de manga corta que me llegaba por los muslos.

Fui hacia el baño y abrí la ducha, dejando que el agua caliente entrase en contacto con mi piel, llevándose los restos de sangre de mi cuerpo, terminé rápido y me vestí con mi especie de pijama improvisado.

Al salir me dirigí hacia la habitación de Niccolo, abriendo lentamente la puerta. Todo estaba en penumbra, solo una tenue luz proveniente de la pecera iluminaba el cuarto, el niño estaba totalmente dormido abrazado a su peluche.

Cerré la puerta y me extrañé al darme cuenta de que Darien no se encontraba en ninguna de las dos habitaciones, por lo que examiné poco a poco la casa hasta que noté un bulto en el sofá, me acerqué y ahí lo vi, con el teléfono en la mano como un niño que intentó esperar despierto a su madre, fallando en el intento.

La escena me enterneció y no quería despertarlo por lo que dejé su móvil encima de la mesa y le tapé con una manta. Acto seguido, me dirigí a mi habitación y en cuanto mi cuerpo entró en contacto con la cama me sumí en un profundo sueño.

Abrí mis ojos por la luz proveniente de la ventana, los rayos del sol me molestaban en la cara, por lo que me incorporé y me dirigí hacia la cocina, todo estaba extrañamente silencioso y tranquilo, me puse en guardia.

Fui hasta la habitación de Niccolo y todo estaba perfectamente ordenado, pero ni rastro del niño, corrí hasta el salón y Darien tampoco estaba ahí, mis nervios aumentaron ¿Y si les había pasado algo? Son mi responsabilidad.

Fui hasta mi habitación alterada y me vestí, iba a toda prisa y en ese momento me di cuenta. Paré en seco frente al reloj de la entrada, eran las 12:00 p.m, me había quedado dormida y no me habían avisado, yo los mato.

Corrí hasta la parada de bus y llegué un segundo antes de que el autobús se pusiese en marcha. Mientras el paisaje pasaba rápidamente ante mis ojos se me venían a la cabeza miles de formas de asesinarlos.

Llegué a la agencia, pasé los controles, fui al despacho de Darien y no había nadie, en el de Carter tampoco, por lo que finalmente me dirigí al de Zero.

—¡Zero!—abrí la puerta sin llamar.

—¿Es que no sabes llamar niña maleducada?—dijo Hera con su voz chillona.

—A callar.

—¿Cuándo aprenderás modales?

—Cuando tú dejes de llamarme niña—le saqué la lengua.

—¿Zero ves como me trata esta mocosa? No tiene modales y encima me insulta—me señaló como una niña pequeña.

—¡Señora no invente!

—¡¿A quien llamas señora?!—a medida que ella se alteraba más y más, en mi rostro se formaba una sonrisa.

—Hera, basta—le reprendió Zero, causando mi risa—. ¿Qué ocurre Eris?—me miró con sus penetrantes ojos azules que resaltaban con su cabello blanco que, algún día, en sus años pasados, fue tan oscuro como el carbón.

—¿Sabes donde están Darien y mi hermano? Los he buscado por todas partes—Zero pareció pensarlo un poco.

—Carter me dijo que iba a entrenar al gimnasio de aquí, mira a ver si están, sino, no tengo ni idea.

La hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora