Sentimientos de la mayor.

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     Poseías ese largo pelo, el cual te llegaba hasta debajo de tu espalda, siempre brillaba, siempre estaba desenredado, siempre estaba igual de perfecto que tú. En cambio, mi pelo, a pesar de ser corto, se enredaba fácilmente, y debía estar horas desenredándolo, y, un día, entendí que nunca brillaría igual que el tuyo.

     No llevabas gafas, lo que te hacía ver mucho más guapa que yo, además tus ojos, eran más grandes, más intensos, con pestañas más largas que los míos, con ellos expresabas lo que tu cara no.

     Tampoco poseías esta frente tan horrible, tan amplia, tan horrorosa, la tuya era de un tamaño normal, y estaba adornada por ese rombo, el rombo que me recordaba a mamá, el rombo que habías conseguido gracias a tu esfuerzo, a tu pasión por la medicina, ese rombo que me recuerda lo inferior que soy a ti.

     Eras fría y despiadada, no te importaba nada ni nadie, eras tú y solo tú en este mundo, vivías por y para ti, sin preocupaciones, siendo tú, te movías al son del viento, eras libre, lo que yo quería ser.

     Todos se quedaban embobados al verte, y después cuando me veían a mí se decepcionaban.

     Siempre fuiste respetuosa con los mayores, cosa que yo no, y siempre metía la pata delante de líderes de clan, cosa que tú no.

     Eras la imagen da la honestidad y la verdad, nunca ponías tus sentimientos delante, siempre diciendo la verdad, aunque no te gustase.

     Yo era lista, pero, a ti, no te hacía sombra, destacaste a los cinco años, cuando te obligaron a hacer un examen de jonnin, por no sé qué motivos, y sacaste una buena nota, supongo que el shogi ha influido.

     Tenías unas dotes ninjas casi inhumanas, casi perfectas, solo te faltaba tu Mangekyou Sharingan.

     Siempre te ha gustado leer, te recuerdo sentada en la ventana, leyendo, tu pelo ondeando al compás del viento y tu mente enfocada en la lectura, justo como ahora.

     Siempre has sido la más culta, investigabas todo lo que podías sobre la cuarta guerra, siempre con una pila de libros de historia en tu escritorio.

     Tú, la única que puede manejar dos nuevos elementos, perla y diamante. Tú, la princesa de los dragones, pudiendo invocar a cuatro, cuatro más que yo.

     Tú, comparada conmigo.

     No sé por qué somos gemelas, siquiera somos iguales en apariencia.

     Y es que Nanko, siempre he sido tu sombra, la pequeña Sarada oculta tras la gran Nanko. Una pequeña estrella frente a un astro más grande que el mismísimo Sol.

     Tu valentía también destaca, nunca quisiste que hicieran daño a la villa que amas, proteges y sirves.

     La más oculta, también te llevarías ese premio si existiera, siempre te lo guardas todo para ti, yo no sé como no explotas. Siempre sola, más sola que el recoveco más lóbrego de la habitación más obsoleta de la casa más abandonada. Nunca has querido mostrar curiosidad, es más, ¿tienes? Lo dudo, no parece interesarte que tienes padre.

     Y es que tú, tú y tu asqueroso y estúpido ser, siempre habéis sido mejores a mí, mejores que la mejor versión de mí.

     Nunca nos hemos llevado bien, ni tú ni yo hemos contribuido a eso, yo por una vez querría que dijeses que te alegrabas de ser mi hermana, o que estabas orgullosa de mí, o que querías ser como yo, como se supone que la hermana menor debe decir de la mayor.

     Pero nunca lo harías, y no te culpo, eres tan perfecta que no lo necesitas.

     Me gustaría tener una buena relación contigo, pero no podría, cada vez que te veo, siento lo inferior que soy a ti, cada vez que batallas frente a mis amigos se sorprenden y corren a alabarte, cosa que antes hacían conmigo.

     No entiendo cómo eres tan perfecta, se supone que tienes que ser igual a mí, somos gemelas, deberías tener mi frente, mis ojos, mi fuerza, pero no, tú tenías que ser la especial, tú tenías que destacar.

     Así que sí, Nanko me has ganado en todo.

Sarada Uchiha.

Sarada Uchiha

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Mangekyou Sharingan | La hija de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora