Final: Sangre escampada.

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     Takeshi y Nanko casi habían llegado al sito indicado. La chica se sentía cada vez más nerviosa con cada paso que daban.

     —Takeshi, para —ordenó Nanko al ver un par de coletas rubias entre los matorrales. La Uchiha no lo pensó mucho, desenvainó su katana y corrió hacia la mujer. Puso el arma en su espalda, justo a la medida del corazón—. Date la vuelta —exigió ella gélidamente mientras rastreaba el chakra, se le hacía familiar, muy familiar.

     —¡Eh! Niña insolente —masculló la rubia sin darse la vuelta—. Te aplastaré con solo dos dedos. —Nanko la reconoció al instante.

     —¡Tsunade! Lo siento, de verdad —se disculpó la niña. Tenía los nervios tan a flor de piel que había sido incapaz de reconocer a su maestra.

     —Así que vosotros sois mis refuerzos... —La rubia fijó su vista en Takeshi. —Este no aguanta ni medio asalto, te quedarás atrás. —Takeshi entreabrió la boca, ofendido.

     —No digas nada, lo fastidiarás —le dijo Nanko al Hyuga. Takeshi suspiró pesadamente.

     —Debemos entrar ahí, ¿verdad? —preguntó el chico y ambas asintieron.

     —Mira con tu Byakugan si hay mucha gente —ordenó la sannin. Takeshi asintió y activó su poder ocular.

     —No veo a nadie —comentó el del Byakugan, un poco desconcertado.

     —Eso es imposible... —murmuró la rubia, mirando incrédulamente a Nanko.

     —Si no están ahí dentro... están aquí fuera —susurró Nanko, que enseguida sacó su katana.

     —Takeshi, detrás de nosotras —ordenó Tsunade, arremangándose.

     —Nanko, ve con cuidado —susurró el Hyuga. Nanko sonrió y asintió.

     —¡Sharingan! —exclamó—. ¡Tsunade! ¡Por su izquierda! —La Uchiha paró un ataque que iba por su derecha. Takeshi activó su Byakugan y miró a las dos mujeres, sonriendo.

     —No puedo dejaros pelear solas, yo también debo hacer algo. Daré lo mejor de mí —dijo Takeshi, empezando a pelear.

     Uno de los ninjas, realizó un jutsu muy especial: el Edo Tensei. Al principio, Nanko no le dio mucha importancia a los ataúdes, pero en cuanto la puerta se abrió, no pudo evitar caer de rodillas al suelo, atónita.

     —¿Cómo habéis conseguido vosotros esos cuerpos? —preguntó Nanko con un hilo de voz, señalando los cuerpos de un Hyuga, que una vez llegó a ser su amigo, y de cierta Nara, que fue su maestra. Los enemigos no contestaron, solo se dedicaron a atacarles con más fuerza junto con los cuerpos resucitados.

     Takeshi le ofreció su mano a Nanko para que se levantara, pero ella negó con la cabeza, afirmando que no necesitaba ayuda y que todo estaba bien. Tsunade miraba la escena con tristeza.

     —Nanko, sé que es duro pero necesito que me ayudes a invocar a Katsuyu —dijo la Senju. La del Sharingan asintió y entre las dos invocaron a la gran babosa.

     —¡Takeshi! —exclamó Nanko. El Hyuga se giró, aún sonriendo de medio lado, la de ojos rojos negó también, con una sonrisa en su rostro.

     Después de una ardua pelea, ambos bandos estaban cansados y debilitados. Nanko y Takeshi peleaban cerca el uno del otro, mientras Tsunade luchaba un poco más apartada de ellos.

     Nanko, miró a Tsunade sonriendo, que le había gritado que habían ganado y que, por ende, se había acabado el combate. Desactivó el Sharingan y secó el sudor de su frente. Al momento se oyeron pisadas rápidas a su espalda. Sabía que, si era un enemigo, no podría hacer nada, así que solo esperó. Pero nada, ni un golpe, ni un corte, siquiera un rasguño. En cambio, algo la había salpicado. Lentamente, Nanko se giró para observar a su amigo con una katana encajada por todo su abdomen. El enemigo, a causa del cansancio se desmayó, y la Uchiha agarró rápidamente el cuerpo de Takeshi.

Mangekyou Sharingan | La hija de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora