Mangekyou Sharingan | La hija de Sasuke

Capítulo 36: Una mentora llena de mentiras.

[SE APROXIMA SPOILER DE ANBU/RAÍZ Y LA HISTORIA DE MAKOTO. ACONSEJO HABER LEÍDO COMO MÍNIMO EL CAPÍTULO 7 DE RAÍZ]

     Nanko observó la que fue la antigua base de Raíz. Sabía lo que el líder de aquella organización le había hecho a su clan, por lo que le causaba bastante repulsión estar allí. Todo estaba en un estado lamentable, ruinoso, para ser más exactos.

     —Bien —murmuró la niña, dándole una patada a unos escombros—. Todo esto está peor que cuando estuve por mi cumpleaños... —Rompió una roca que cortaba su paso con su puño. —Como me gustaría tener el Byakugan ahora mismo... —comentó mirando a su alrededor sin encontrar rastro alguno de la caja—. Si yo fuese Danzō, ¿dónde escondería la estúpida caja? —Derribó la puerta del despacho de Danzō y entró. —Venga, Danzō. —Rebuscó tras unas grandes planchas de piedra para encontrar un armario de metal un poco podrido por el óxido. —Vale, uno, dos... ¡tres! —Rompió el armario por la mitad. —Ha sido más fácil de lo que pensaba. —Enfrente de ella estaba una ver caja etiquetada con la palabra "Raíces", cerrada gracias a un sello bastante fuerte.

     Nanko colocó la caja en una roca para que quedase a la altura de su pelvis, realizó el sello del tigre y concentró chakra en sus manos para poder abrirla.

     —¡Liberar! —El sello estalló, creando una especie de neblina. La Uchiha se estremeció, no sabía si había dañado o no los archivos en su interior. —Espero que todo esté intacto... —susurró tosiendo. El humo apenas le permitía respirar—. Bien —murmuró una vez la neblina se había disipado y pudo ver que la caja estaba intacta—. Veamos qué hay dentro. —Levantó la tapa para encontrarse con un montón de expedientes. —Yui Yamanaka, Mineki Hyuga... —leía los nombres de algunos ANBU de Raíz—. Makoto... ¿Senju? —Sacó de golpe el expediente de su maestra. —Makoto Senju, Byakugan y gran control de chakra, jonin desde los trece años... —Su profesora era mucho más increíble de lo que pensaba—. Misiones completadas: Matar a Tamin Aburame y masacrar al clan Uchiha. No. Imposible... —murmuró mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. —No puede ser, Makoto nunca haría tal cosa. Ella no me lo ocultaría, la conozco... —Limpió sus lágrimas. Pese a que quería creer que eran causadas por el polvo, lo cierto era que estaba profundamente decepcionada. —Ella me lo habría contado. —Metió de vuelta el expediente en la caja. La cogió y volvió con Sasuke.

     —Me alegra que la hayas encontrado —dijo Sasuke.

     —Tómala. —Nanko le entregó de mala manera la caja a su progenitor.

     —¿Nanko? —La chica se fue corriendo.

     A la joven Uchiha no le había sentado muy bien que su maestra fuera una de las personas que masacró a gran parte de su clan, aun sabiendo que, posiblemente, había sido obligada a hacerlo por la paz de Konoha. No le habría importado si se lo hubiera dicho o si al menos la hubiera visto rendir homenaje a los Uchiha en su monumento. Había matado a niños, ancianos, personas inocentes sin remordimiento alguno. No merecía el respeto de Nanko, ni el de nadie. Se preguntó si su marido lo sabría y, si no lo hacía, cómo reaccionaría al enterarse.

     Corrió hasta llegar a una enorme explanada con algún que otro árbol. Estaba terriblemente enfadada, siquiera entendía del todo por qué. Quizás llevaba estándolo desde hacía mucho y necesitaba una excusa como aquella para sacar toda su rabia. Aun siendo una persona calmada, se había guardado muchísimas cosas que debía haber exteriorizado, cosas que una niña no debería haber visto o vivido, más todavía en aquella época. La furia la cegó completamente y arremetió contra algunos árboles y el propio suelo del lugar. Todo acabó hecho pedazos, incluida ella misma.

     Cayó sin fuerzas en el suelo resquebrajado. No podía apenas llorar. Una y otra vez, volvía a ser traicionada. Cerró sus ojos y observó el cielo, era de noche y ninguna estrella se podía ver desde su lugar. Le pareció escuchar a Nayru hablar, pero se quedó dormida sin saber lo que decía.

     Sasuke, que había seguido a su hija y contemplado toda aquella escena, agarró el cuerpo de la pequeña y la llevó hasta su habitación. La tumbó en su cama y la arropó con las sábanas. Su hija parecía ser perseguida por la mala suerte.

Nanko entiende que Makoto no tuvo otra opción, pero no es capaz de perdonarla.