Capítulo 12: Una princesa sin reino.

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     —Maldición... —susurró Nanko, intentando no tropezarse con el kimono—. Ojalá pudiera librarme de todo esto. —Se agarró al respaldo del sofá. —Siempre me toca a mí comerme toda la mierda... Preferiría desmembrar a alguien antes que hacer esto —masculló para sí. La puerta de la habitación se abrió, dejando ver al Mizukage.

     —Sonríe un poco más —sugirió Chōjūrō, sonriendo.

     —Claro, Mizukage —murmuró antes de salir al palco desde donde debería saludar. —Encima, no conozco los detalles de la misión —se susurró a sí misma mirando la aglomeración de gente, pretendía actuar como Boruto—. ¡Hola a todos! —Sonrió y movió la mano de lado a lado. —Muchísimas gracias por aceptar la invitación a este baile de máscaras, de verdad —agradeció, imitando la manera alegre de expresarse de la princesa. Todos la aplaudían. —Por favor, pasen. ¡Sean todos bienvenidos! —Y eso hicieron.

     El cúmulo de gente, formado en el patio, caminaba hacia dentro. La Uchiha los recibía, pensando en lo poco que debían haber pensado Sasuke y Naruto, ¿acaso sabían que existía un jutsu llamado Jutsu de Transformación? La Uchiha comenzó a desesperarse.

     No le agradaba el cúmulo de gente, niños gritando, opinando sobre ella como si le fuera a importar y todos pegados a todos, empujándose entre sí, aquello sí que era vida, sí. Definitivamente aquella no sería su noche.

     —Buen día, señorita Minaki —saludó un chico con el cabello marrón y ojos de igual color.

     —Sí, definitivamente... —susurró Nanko.

     —¿Qué ha dicho? —preguntó él, sonriendo amablemente.

     —Que igualmente —contestó con una falsa sonrisa.

     —Me preguntaba si podría bailar con usted —habló mientras se arrodillaba, ofreciendo su mano derecha a la joven.

     —Claro que sí... —contestó la de cabellos negros, queriendo decir su nombre, un nombre que no conocía.

     —Him Tanma —habló él mientras apretaba la mano de la Uchiha.

     —Claro, Him. —Ambos jóvenes se situaron en el centro del salón.

     —No sabía que era zurda, señorita —comentó Him, acercando a Nanko a él. Ella frunció el ceño—. Soy un ninja de interrogatorios, estoy entrenado para captar cualquier gesto que no cuadre, y, al darme su mano, dudó sobre cual usar —explicó, intentando disipar las dudas de su compañera de baile.

     —No es que sea muy importante, pero es cierto que soy zurda, aunque también diestra. Soy ambidiestra, por eso tardé en darle mi mano, señor Him —dijo Nanko mientras maquinaba una excusa, la cual fue aparente—. De todas formas, no se debería fijar en esas cosas, soy su princesa. —Le sonrió. —Mi pueblo debería tener plena confianza en mí. —Agachó la mirada.

     —La tenemos, señorita Minaki, la tenemos. —Bailaron el resto de la canción. —Oh, parece que ha acabado el vals, debería volver al trono.

     —Claro, adiós —se despidió animadamente—. Hay algo en él que no cuadra... —susurró Nanko para sí. ¿Qué debía hacer un ninja así allí? Alguien debía haber comenzado a sospechar de que ella no era la princesa. 

     Varios jóvenes habían tratado de bailar con ella, pero ninguno más había podido. Nanko, buscando apartarse de la muchedumbre que inundaba, más bien desbordaba, el castillo, salió al balcón.

     —¿No deberías estar dentro, Uchiha Nanko? —preguntó Him—. ¿Esperabas qué no me diera cuenta? Tú chakra es único.

     —La verdad es que me di cuenta desde un principio, tu forma de actuar, tu repentino interés en mí, no eran más que unas evidencias como una casa —habló, rajando la parte de abajo del kimono con un kunai.

Mangekyou Sharingan | La hija de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora