Capítulo 5: La casa de los Uchiha.

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     —Claro, Hokage, adiós. —Nanko se despidió respetuosamente de su superior.

     La Uchiha había sido regañada por casi matar a Boruto. Él, que se encontraba pintando la cara de su padre colgando de un cable, cometiendo una gran falta de respeto a los ojos de la Uchiha. Ella que, al verlo, enfadada, subió hasta las cabezas de los Hokages y, al llegar a donde el cable del que el Uzumaki estaba asegurado, lo cortó, haciendo que él cayese, para desgracia de Nanko, sobre una especie de lona de un edificio en construcción.

     Después del sermón de Naruto, fue caminando hacia su casa, con las manos en los bolsillos, jugando con las llaves de su casa. Boruto corrió y se puso a su lado.

     —Te has pasado, aún me duele el culo, de veras —murmuró el Uzumaki, sobándose esa zona.

     —Te lo merecías. Lo que has hecho es faltarle el respeto a la persona más importante de la aldea, no deberías hacer eso —habló la Uchiha, dirigiéndose a su residencia.

     —Qué genial... —susurró el rubio sobre Nanko. Creía que era increíble, y su admiración hacia ella hacía que quisiera mejorar como ninja y como persona—. Voy contigo. —Continuó caminando a su lado.

     —Voy a mi casa —explicó la Uchiha, intentando que el rubio no la siguiera.

     —No creo que a Sakura le importe que vaya, le caigo muy bien, de veras —comentó el Uzumaki, sonriendo.

     —A ella no le importará, pero a mí, sí —susurró la de ojos negros, suspirando al final.

     —Eres muy cruel —comentó Boruto, fingiendo tristeza.

     Nanko se rindió, y accedió a que fuese con ella. Con mucha suerte, podría quedarse con Sarada y dejarla en paz. Al llegar a la casa, le pidió que fuese respetuoso con su familia y abrió la puerta.

     —Sakura, ya he llegado, y traigo a una persona conmigo —habló Nanko desde la entrada, quitándose sus zapatos.

     —Buenas —chilló Boruto, quitándose sus zapatos también.

     —Hola, Nanko —saludó Sakura, más amablemente de lo habitual—. Hola, Boruto, ¿qué tal Hinata? —Sonrió al rubio.

     —Muy bien —respondió este.

     —Me voy a mi habitación —comentó Nanko, subiendo las escaleras.

     —¿Y yo qué? —preguntó Boruto, mirando cómo se iba. Nanko giró sutilmente su cabeza y le miró unos segundos por el rabillo del ojo, para acabar desapareciendo de la vista de los dos.

     —Sarada estará encantada de que vayas con ella —comentó Sakura mientras le sonreía.

     Boruto fue a la habitación de Sarada, se quedaron hablando durante horas mientras que Nanko, sentada en su ventana, leía y escuchaba sus risas de fondo.

     Nunca había sido demasiado sociable, tampoco le interesaban, más bien no entendía del todo, las relaciones sociales. Si no estaba haciendo misiones, estaba leyendo, leyendo libros que compraba con el dinero de las misiones o bien robaba a Kakashi.

     Nanko no se consideraba una ninja al cien por cien, era incapaz de hacerlo. Sabía que seguía siendo una niña, que debería estar haciendo otras cosas como jugar con coches o robots, pero siempre le interesó el ser ninja, siempre quiso proteger a su villa, a Konoha, al lugar que la vio nacer y crecer.

     —¡Ya me voy! ¡Adiós! —exclamó el rubio alegremente.

     —Adiós, Boruto —se despidió Sakura desde la cocina.

Mangekyou Sharingan | La hija de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora