Promise

40. Una vez más

—¡Deja de hacer eso! — Suelta el claxon de repente y me mira como si fuera la primera vez. — ¿Como me encontraste?

—La casa junto a la biblioteca.

—Ya... ¿Que haces aquí?

— Llamaron ayer de una compañía de moda, una chica llamada Lily vio tu pasarela y quedó fascinada. Básicamente quiere que vayas a una prueba y lleves tus bocetos.

En mi interior es como si hubiera una emociona abrumadora, siento mi cuerpo temblar de felicidad y no puedo creer lo que me acaba de decir.

Pero mi cerebro y mi parte racional, me recuerdan el porqué de mi viaje y las ideas que he tenido en las últimas horas.

—Eso es... maravilloso pero... no iré.

—¿Que? Magnus esta es tu oportunidad, es la oportunidad por la que tanto peleaste.

—No, no lo entiendes Alec. Me canse, no quiero pasar por ese sentimiento de frustración, por la sensación de no ser suficiente, por la decepción, simplemente ya no puedo hacerlo. — lo miro y veo en su cara pura frustración. — De acuerdo te explico. Antes podía hacerlo, me derrumbaba y a los pocos días dejaba todo y volvía a intentarlo y ese proceso fue bueno por un tiempo, pero en este momento ya no lo es, no creo poder soportarlo de nuevo.

—¿Y que pretendes hacer?

—Lo he estado pensando. Aún soy lo suficientemente joven, tal vez entre a la universidad de nuevo, a derecho, tal como quería mi padre y entonces buscaré un trabajo aburrido y saldré adelante con una vida aburrida. No lo sé, las oportunidades son infinitas.

—¿Sabes? Fingiré que no escuche nada de esas cosas que acabas de decir. — Su semblante es serio y en la oscuridad podía causar miedo a alguien que le conozca, pero lo único que crea en mi, son una inmensas ganas de pasarle los brazos por el cuello y besarlo. —  Estaré aquí mismo mañana a las 8 y si vienes... habrás tomado una buena decisión y si no... también seguiré para ti.

Sube al auto y me mira con el vidrio de este abajo.

—Creí que no eras de los que iban tras las personas. — Me atrevo a decir, pues aún con todo el enojo que siento, no puedo evitar que la esperanza siga.

—No lo soy... pero contigo todo es diferente. Mañana a las ocho.

Y entonces arranca y lo veo alejarse por la calle.

Cuando voy de regreso a casa, los pensamientos ya me agobian. Pero puede que pueda soportarlo una vez más... solo una más.