6. Una hermosa noche

232 34 12
                                    

No veo más al ojiazul hasta el final de la fiesta.

Mis dulces amigos se han ido ya con sus más recientes conquistas y no me extraña y por esta misma razón decidí venir en mi propio carro.

Así que mientras espero mi turno por el valet parking y tengo a una chica hablando de forma casi descontrolada junto a mí, el ojiazul pasa junto a nosotros ya en su forma de vestir habitual.

Y no pierdo la oportunidad.

— ¡Hey! ¡Músico serio! —Él se detiene casi al instante y me hace una seña con la cabeza. — ¡Te dieron tu carro!

— ¡Sí!

—Podrías tomar mi llaves…— Digo casi en un susurro, para no ofender a la chica que no para de hablar, pero el solo niega con la cabeza dando a entender que no escucha. —Podrías tomas mis llaves. — Repito de nuevo esta vez un poco más fuerte.

—Oh… claro. — Se acerca al lugar donde las llaves se encuentran. — ¿Qué carro?

—Yaris…

—Eso no me ayuda mucho. — Dice mirándome a mí y de nuevo al lugar de las llaves.

—Cinta azul con brillos. — Y eso funciona.

Me alejo de la chica solo despidiéndome con un gesto de cabeza y me acerco al chico.

— ¿Te acompaño?

—Claro…

Y comenzamos a caminar por un largo rato, en un extraño pero cómodo silencio.

Comienzo a presionar la alarma de las llaves para encontrar mi auto sin resultado alguno, cuando su voz me saca de mis pensamientos.

—Si te las pones bajo el mentón puedes encontrarlo más pronto.

— ¿De verdad? — Lo miro de forma curiosa mientras seguimos caminando.

—Sí, tu cabeza funciona como una antena. Digo puede que te de cáncer, pero encuentras el auto, es como un camino más rápido a tu muerte, pero llegas más pronto a tu destino.

Lo miro sorprendido y sigo buscando de la forma tradicional, quiero vivir más tiempo.

Cuando llegamos a una pequeña colina, que nos brinda una vista completa de la ciudad, lo observo acercarse a la orilla y recargarse en un poste de luz mientras me observa y es entonces que recuerdo que no se ni su nombre.

—Y… ¿Cuál es tu nombre?

—Magnus…caminaste por una noche obscura con una persona de la cual ni su nombre conoces. ¿Qué clase de persona eres? — Lo miro con cara de pocos amigos. — Alexander… pero llámame Alec.

—Bien… Alec.

Estoy por decir algo más cuando me interrumpe.

—Una hermosa vista ¿no crees? — Me acerco a él de forma lenta, hasta que se voltea y quedamos frente a frente. — Es como hecha a la medida para dos personas, es una verdadera lástima que no seamos tú y yo. - Se aleja y solo puedo mirarlo, me acaba de batear sin siquiera conocerme del todo. Maldito. —Todo esto… el ambiente, el cielo, la vista, podría ser ideal para otros, digo tú y yo no tenemos oportunidad — Se gira para verme. — No eres mi tipo.

— ¿De verdad?

¿Estamos peleando por una relación que no siquiera existe? Patético.

—Que desperdicio de noche.

Así que quiere jugar… bueno… juguemos.

—Bueno querido, dejemos algo claro… creo que quien toma esa decisión soy yo. — Me acerco a él nuevamente —Pero tienes razón nunca, me enamoraría de ti.

—Ja.

— ¿Sabes? Esto podría parecer atractivo a otra chica o chico, que sienta que existe una posibilidad de algún tipo de romance sería como el lugar perfecto...pero francamente yo… no siento nada.

— ¿En serio?

—Creo que podría ser menos que nada.

No me doy cuenta en que momento Alec selecciono una canción en su teléfono, pero ahora ya tenemos una canción y él me está tomando de la cintura y yo tengo una mano en su hombro y la otra es sostenida por su mano y comenzamos a bailar, de forma lenta y romántica, como si nos conociéramos desde hace tiempo y fuéramos el uno para el otro.

Estamos tan cerca el uno del otro que puedo sentir su respiración, que si me acerco solo un poco más sería capaz de rosar y besar esos labios, que puedo ver el color azul de sus ojos de forma más intensa, estos me regresan la mirada y sé que piensa lo mismo que yo.

Quiero besarlo. Y él quiere besarme. Pero cuando estoy a punto de hacerlo el timbre de llamada de mi celular nos interrumpe.

—Yo… lo siento.

Tomo el teléfono para ver quién es y oh demonios.

—Hey Camille… si… no tardo… voy para allá.

Cuelgo y vuelvo a tomar mis llaves, esta vez siguiendo el consejo de Alexander, que ahora está justo a mi lado. Coloco las llaves bajo mi mentón y milagrosamente la alarma del carro suena y lo encuentro.

Lo miro y le muestro una sonrisa de sorpresa y el solo asiente con la cabeza.

Me acompaña hasta mi auto, le pregunto que si quiere que lo lleve al suyo y contesta que no, que está cerca.

Sin más me despido de él y arranco el carro sin poder quitarme la sonrisa de la cara.

Me agrada Alexander.

PromiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora