Cuando nos conocimos

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-Voy a ir a buscarlos, ¿no te importa cierto?-dijo Violetta. 

-No, claro que no. Corre- a Diana le encantaba ver a su amiga tan feliz como ese día.

Diana no sabía qué hacer, estaba afuera del auditorio sola, a parte de las chicas llamadas "coders", ninguna era su amiga y con la que había venido la dejó para ir a buscar a sus ídolos.

Decidió caminar un poco por detrás del auditorio, había una bola de chicas y chicos con pancartas y letreros, camisetas y gorras del grupo. Nadie que conociera, ella se sentía como un bicho raro entre aquella multitud, no era fan de ellos, solo había acompañado a su mejor amiga al concierto, aunque se tuvo que salir sin permiso de sus padres, porque no la dejaron salir. Este fue su primer acto de rebeldía en toda su vida.

De un momento a otro la bola de chicos empezó a girar y llorar, cosas de fans, al principio Diana se quedó en shock pues todos iban contra ella, la iban a aplastar. Ella se sintió chaparrita mientras que algunos de los de la bola eran el doble que ella, se sintió intimidada. Algunos la pisaron y otros le dieron un golpe con el hombro. A Diana le molestó mucho eso, aún no entendía qué había pasado, entonces volteó hacía donde todos habían corrido, ahí se encontraba uno de los chicos que habían cantado unos minutos atrás dentro del auditorio. Se quedó un poco impactada, no se podía mover, no hizo nada más que observar al chico.

Un chico no muy alto, de tez blanca, ojos claros de color azul-verdoso, cabello rojizo-castaño acomodado en un perfecto peinado de lado, una sonrisa con dientes perfectos y un poco inclinada a la izquierda, con unas cuanta pecas en la cara lo hacían ver como lo más perfecto que ella había visto en la vida.

Uno por uno se fueron, dejando al chico respirar, corrían y hacían el mismo recorrido de antes, golpeando a Diana. Uno de ellos le piso el tenis izquierdo y antes de que se diera cuanta todos habían desaparecido excepto el chico y su guardaespaldas.

Diana le dio la espalda dispuesta a ponerse bien el tenis, se paró en el pie derecho y con la mano derecha hizo equilibrio mientras que con la otra intentaba ponerse el zapato izquierdo. De repente sintió que alguien sostenía su mano, metió su pie en el tenis y se dispuso a darle las gracias.

-Graci...-cuando volteo a ver quién era se quedó impresionada, más que nada por lo guapo que era en persona-, gracias-volvió a decir.

-De nada, es un placer-aún sostenía su mano-, soy Alonso-besó los nudillos de Diana.

Ella se sonrojo y se quedó un momento en blanco.

-Es un gusto-dijo Alonso y soltó su mano- ¿no me dirás tu nombre?

-El gusto es mio, no creo que sea necesario-dijo con amabilidad y se encogió de hombros.

Él le sonrió tiernamente y agregó:

-¿Puedo acompañarte en tu caminata?-.

-Hum...claro-lo dudo un poco.

Los dos caminaron un momento en silencio, sus manos se rozaron una vez y ella sintió una descarga eléctrica y miró sus manos, él también lo hizo y después se voltearon a ver, los ojos verdosos del chico eran tan cautivadores que Diana no podía dejar de mirarlos, eran hermosos al igual que él, sin querer ella sonrió y él le devolvió el gesto. Él iba a decir algo cuando alguien lo llamó por su nombre.

-¡Alonso!-los dos voltearon a ver de quién se trataba. Había unos chicos en la camioneta que le hacían señas para que subiera.

Alonso tomó su mano y la apretó.

-Me tengo que ir-dijo cabizbajo.

Lo volvieron a llamar y soltó su mano.

-Por lo menos dime tu nombre-dijo antes de subirse a la camioneta.

-Soy Diana- le gritó.

La música nos unió (Alonso Villalpando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora