Capítulo 1: El comienzo

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• MATTHEW •

Moví mis pies descalzos sobre el frío suelo de mi departamento, podía sentir un poco la incomodidad en cuanto pisé la alfombra azul naval de mi sala, y esa maldita textura sobre mi piel que sinceramente es muy desagradable.

He pensado en cambiarla varias veces, pero le tengo un gran cariño guardado, ¡que la tengo desde que me mudé!, no la puedo botar a la basura así nadamás.

Vamos Matthew, apresúrate.

Busqué mi par de zapatos de piel sintética para adecuar mi traje.
Se supone que hoy, después de dos meses de benditas vacaciones, volveré a estar enfrente de todos esos adolescentes inquietos.

Volveré a ser "el señor Charles", y no más el simple Matthew, que es tan flojo y descuidado que el último día de clases, no hizo el esfuerzo de llegar hasta su habitación a colocar su calzado donde debería de ir, y los dejó regados por la sala.

Maldije una y otra vez, sin parar de buscarlos, detrás de los muebles, debajo de las mesas, incluso hasta en la cocina. De vez en cuando encendía mi celular para revisar la hora, y asegurarme que el tiempo que queda, sea el adecuado para llegar a la primera clase que me toca dar.

¡Y ahí estaban los desgraciados!, bien formaditos a un lado del mueble del televisor.
¿Cómo llegaron ahí? no tengo ni la más mínima idea, pero lo importante es que aparecieron, y tal cual los encontré, me metí los calcetines en cada pie con algo de dificultad, para finalmente, colocarme los zapatos.

¡Quince minutos, quince!

Rápido, rápido, rápido.

Tendré que desayunar por allá, porque el señor anoche estaba plácidamente comiéndose todo lo de la nevera mientras veía todo lo que conforma el universo cinematográfico de Marvel, y no fue hasta las once que revisé el calendario y noté que ese era el último día de vacaciones, así que ya no pude ni ir de compras por lo tarde que era, ni nada más.

Pero mira que lo único que necesitaba era agua, porque de tanto llorar por la muerte de Tony Stark, casi me deshidrato.

¿En dónde quedó el Charles responsable, dios mío?, ¿a dónde te lo has llevado?.

Alboroté rápidamente el montón de papelería que tengo encima de mi escritorio, buscando las llaves de mi coche, y cuando las encontré, fue la satisfacción más grande del mundo porque ya estaba todo listo, ahora, sólo quedaba CORRER.

Respiré hondo, en un intento de calmar la aceleración que ya traía por la búsqueda implacable de mis zapatos. Y cuando llené lo suficiente mis pulmones como para no desmayarme a mitad de las escaleras, salí de casa.

— ¿Tarde de nuevo?— escuché la voz de Rosa, mi vecina, que aparentemente me espía todo el tiempo porque cada que cierro o abro mi puerta, me habla.

Me daría algo de miedo, si no fuera porque es una mujer adulta, que casi casi podría considerar mi madre por lo amable que ha sido conmigo desde que llegué aquí hace ya varios años.

— ¡No es intencional!— respondí bajando rápido los escalones, con un tono alegre en la voz que es lo único que me queda de bueno en esta mañana.

— ¡Suerte!— gritó la señora desde arriba.

Sonreí por su gesto, y cuando finalmente estuve en la entrada del edificio, pude caminar un poco más lento, tranquilo, sólo visualizando mi precioso Mustang a unos pasos más. Tan radiante con ese color negro que me hace feliz, porque a decir verdad, eso y mi madre, es lo único valioso que tengo en mi vida.

La Ciencia de tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora