Capítulo 10: Desacuerdos

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MATTHEW

— ¿En dónde estabas?— interrogué a mi hermano, quien entró a mi casa quitado de la pena, como si no se hubiera desaparecido en toda la noche, cuando claramente dijo que volvería.

— Fuí a visitar a tu amigovio, y me invitó a dormir, le dije que me echaste de tu casa.

— No le dijiste nada de lo que te conté, ¿cierto?.

Un miedo interno recorrió mi cuerpo alarmándome. Esto es como un asunto de vida o muerte, no hay un ejemplo más parecido.

—Por dios, claro que no, ¿quién me crees, Matti?— negó aliviándome.

— No puedes contarle a nadie, jamás— le advertí. — Ayer Samanthe y yo tuvimos una charla. No estoy seguro de cómo serán las cosas con ella ahora, pero lo que sí sé es que debemos tener mucho cuidado de que nadie más lo sepa. Justo le prometí que no le contaría a nadie, y ya rompí esa promesa contigo, no me falles, ¿bien?—.

Mi hermano asintió sin preocupación, comprendiéndome. Creo que confío en él, su vida es bastante despreocupada como para ponerse a pensar en mis asuntos y destruirlos. Así que puedo estar seguro de que no le dirá a nadie sobre esto.
El problema es que también es bastante estúpido, y podría soltar fácilmente esa información, aunque su intención no sea esa.

— ¿Por cuánto tiempo te quedarás?— pregunté, sacando la jarrita de la cafetera, sirviéndome en mi taza.

— Hasta cuando tu quieras, hermanito— anuncia, recargando su cabeza en el respaldo del sillón, subiendo sus pies a la mesa, molestándome por ello. Pero aún así, no tengo ganas de discutirle.

— ¿Hasta cuándo tienes en mente tú?— repetí mi cuestionamiento, acercándome de vuelta a él después de haber preparado mi café balanceadamente.

— Un mes, no lo sé.

— No viniste a visitarme sólo porque me extrañabas. ¿Qué pasó con tu departamento?— alcé mi ceja izquierda, mirándolo con seriedad, sabiendo que me está ocultando algo.

Él resopló tirándose en el mueble.
Realmente Paul Charles no tiene rumbo qué seguir en su vida.

— Me echaron por el ruido de siempre, o porque casi siempre lo dejaba abandonado. ¿Qué acaso no saben el motivo de la ausencia de un hombre trabajador?.

— ¿Qué hiciste con la clínica?— pregunté intrigado por su trabajo, pues está demasiado lejos de su ciudad como para atender a sus clientes.

— Dejé a cargo a mi asistente, sólo me pasará reportes cada martes. Estuve dándole vueltas a la ciudad, y encontré un local en venta que luce muy bien, ¿qué opinas, ah?.

— Si estás dispuesto a comenzar desde cero aquí, tienes todo mi apoyo.

— Alguno que otro alumno tuyo querrá trabajar cuidando animalitos por un buen pago. Así podría comenzar, ¿no crees?— me contó sus planes.

— Lo creo. Siempre y cuando seas responsable. ¿Estás seguro de que podrías serlo?.

— Bueno Matti, haces muchas preguntas, ¿no crees?— frunció el ceño cerrando sus ojos. — Silencio por favor—.

Bueno ¿y este concha qué se cree?.

Tomé un cojín cualquiera, y se lo lancé con fuerza justo en la cara, viendo cómo arrugaba su nariz con molestia. Yo reí en silencio.

— En una hora aproximadamente tengo que ir a una junta de profesores. Iré a alistarme.— anuncié, dejando mi café sobre la barra en mi cocina, revisando la hora en mi reloj para asegurarme de que el tiempo es correcto.

La Ciencia de tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora