Capítulo 38: Remedios al estilo Paul

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• POV: MATTHEW •

— No lo puedo creer. No puedo creer que estés haciendo esto, Matthew Darío Charles Holland.— la irritable voz de mi hermano exagerado empezaba a aturdir mis oídos, mientras que se encargaba de ir limpiando el desastre que hay en casa, al mismo tiempo que arrebataba la botella de cerveza de mi lado.

— ¡Ey!— lo regañé por aquello, intentando alcanzarlo con mi mano sin siquiera hacer el esfuerzo de levantarme del sofá.

— ¿Otra vez?— me preguntó alejando más la botella de mi alcance. — Esto es asqueroso, Matthew, si voy a tener un hermano alcohólico, al menos tienes que tener clase para serlo. Aunque me agrada más el Matty sin adicciones.—

Su cara de disgusto observando las botellas de cerveza eran más que notorias, y a la vez tan exageradas que me causaban gracia. Aún así, no me reí.

— Qué lástima— enuncié cerrando mis ojos por un momento, dejando caer mi cabeza sobre el respaldo del sofá. — No tengo su número para llamarle—.

— Pues mientras estés bajo mi responsabilidad y supervisión, no vas a tomar ni una sola gota de alcohol— respondió llenando la bolsa negra con toda la basura de mi sala. — ¿Cómo te fue con el tema de Samy?—.

— No Paul, no vamos a hablar de ella ahora— bufé exhausto.

— Oh sí, lo haremos. ¿Crees que voy a permitir que ese hijo de puta del que me contaste le ponga un dedo encima?. Escucha, sé que de entre nosotros dos, yo soy el pacífico, pero si me entero que ese cabrón le hace algo a Samy, te juro que soy capaz de matarlo.

— Yo también— murmuré agotado.
Ya no quiero seguir pensando en eso, pero es inevitable que cada segundo me coma el pensamiento.

No puedo sacar a Samanthe de mi cabeza, no puedo mantenerme demasiado lejos, no puedo alejarme de la idea de que es mi deber y responsabilidad protegerla, que tengo que hacer todo lo posible para que ella esté a salvo y sea feliz, aunque no sea conmigo.

— Y yo no voy a permitir que a ti te hundan en la cárcel por matar a alguien. Primero tendrán que hundirme a mí, antes de que te quieran hacer algo a ti.— anunció tan tranquilo, tomando asiento a mi lado.

Abrí los ojos. Lentamente giré mi cabeza hacia él, observándolo hacer aquello que tanto me molesta; subir los pies a la mesa.
Pero aún así, no le dije nada, sólo lo observé, pues creí haber imaginado eso que ha dicho.

— ¿Dije algo malo?— me preguntó con una pizca de inseguridad.

Sólo pude formar una leve sonrisa, pues sonó demasiado lindo su discurso.

Quizá fue el momento en el que caí en cuenta que Paul siempre me ha protegido con su vida entera. A pesar de muchas veces ser un odioso, y la mayor parte del tiempo se la viva de estarme molestando, es mi hermano mayor, y siempre se ha dedicado a mantenerme a salvo.

Desde que nací, no recuerdo ni un sólo momento en que la haya pasado mal estando solo, pues de alguna forma, ahora que lo pienso, él siempre estuvo presente, siempre estuvo ahí, para mí.

— Nada— respondí para no arruinar su momento de ser cursi conmigo. Seguido de eso, decidí continuar con la conversación.
— Hay un hombre...

— ¡Lo sabía!— alzó la voz emocionado, haciéndome mirarlo extrañado de inmediato. — No te preocupes hermano, yo te apoyo con todo mi corazón. Soy cien porciento aliado de la comunidad lgbtttiq+—.

Suspiré, rodando mis ojos. Ya me parecía raro que estuviera comportándose tan serio.
— Hay un hombre, que presiento que comienza a tener algo con Samanthe— completé, viendo su cara transformarse en desilusión y volver a su posición normal.

La Ciencia de tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora