Capítulo 42: Ni herido, ni muerto

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• MATTHEW •

A paso apresurado me acerqué a mi mejor amigo, quien venía saliendo de la habitación donde se encontraba Christie. Podía ver cómo se quitaba el gorro quirúrgico y el cubrebocas del rostro, mostrándome una gran sonrisa apenas me vió.

— Una niña, Matt. ¡Es una niña mi bebé!.—

Su emoción no puede ser descrita, ni se comparaba con la mía, pero a fin de cuentas, yo también estaba bastante emocionado por ello.

¡Es una maravilla!, nunca antes lo había visto tan feliz.

— No puedo creerlo, ¡felicidades hermano!— respondí abrazándolo fuerte.

La emoción quería salirse de mi pecho, y la de él ya no podía continuar reprimida, así que en cuanto pasó ambas manos por su cara, sus lágrimas escurrieron aún sin desaparecer esa enorme sonrisa.

— Dios mío, dios mío— dijo, todavía perplejo. — No me lo creo—.

Mis ojos también se cristalizaron, pero yo tenía que contenerme.

— Ahora tengo una sobrina, entonces— concluí contento.

— ¡Y yo soy papá!— respondió entusiasmado. — ¡SOY PAPÁ!— levantó la voz, llamando la atención de todas las personas por los pasillos del hospital, quienes nos miraron, e incluso algunos sonrieron. — Una niña, Matthew. Dime que no es un sueño.—

— Es completamente verdad— se lo aseguré, aunque también pareciera bastante increíble para mí.

Él suspiró tranquilizándose, aunque su sonrisa no podría desaparecer en mucho tiempo.

— Escucha, volveré ahí dentro con Christie. La niña está perfecta, podremos llevarla a casa en cuanto nos den de alta.— me informó, aliviándome el alma.

Eso significa que todo está en orden, todo ha salido bien.

— Sí, está bien, ve tranquilo. Iré por café y regreso, ¿de acuerdo?.— respondí en paz. Mi amigo asintió concordando con mi plan, y volvió a la habitación de su esposa.

Nunca podría juzgarlo por su reacción. Si yo resultara ser papá, moriría con la noticia. No puedo imaginarme cómo reaccionaría el día que ese bebé naciera.

Es como si a un niño le contaras que lo llevarás a un parque de diversiones, y todas las horas o días, sólo esperaría con ansias el día del viaje.

Entonces, si a un hombre le dices que será papá, sólo esperará con ansias el día en que su hijo nazca.
Bueno, claro que todo depende de cómo sea el hombre, o de si la pareja lo deseaba o no.

Pensando en todo aquello, me dirigí a la pequeña cafetería del piso en el que nos encontramos.

Se supone que tendría planes con Samanthe hoy. Le informé que le llamaría o escribiría para vernos por la tarde, y hablar en son de paz.
Pero la situación de Adam no era esperada, y de pronto, la noche ha caído, así que ya no pude hacer nada.

Mientras continuaba mi camino, revisé mi celular buscando el número de Samanthe para escribirle al menos una disculpa por no decir nada más.

¿Y si me estuvo esperando?
¿Y si la decepcioné aún más?

Mis pensamientos abrumadores con miles de preguntas sobre mis errores se detuvieron justo cuando mi cuerpo chocó con el de otra persona al frente.

— Mierda...— escuché aquella voz maldecir.

Antes de comenzar a disculparme, levanté rápidamente la mirada. Podía saber perfectamente a quién le pertenecía esa voz, así la escuchara a kilómetros.

La Ciencia de tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora