Capítulo 14: Hermanos

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— Gracias por aceptar— dije, sentándome frente a ella que se encontraba al otro lado de la mesa, contrario al mío.

Bonitas mesas, este lugar me encanta desde que era adolescente. Y la decoración, es extraordinaria. Además que me encanta porque cada vez que venía, siempre había alguien con sus manos en el micrófono, cantando alguna canción y complaciendo mis oídos.

Antes de morir, papá fue una de esas grandiosas personas.

Bueno, volviendo a concentrarme en lo importante, después de pasarme más de cuatro horas enviándole mensajes de texto a Samanthe, siendo completamente ignorado, y sin recibir tan siquiera un emoji grosero, tuve la gran idea de dar un gran paso. Que a decir verdad, me asustaba sólo de pensarlo, pero me he atrevido, y con muchísima suerte, ella aceptó.

Ahora técnicamente estamos teniendo nuestra primera cita, si es que así puede llamársele. Pues estamos aquí, pero de igual forma, ella tiene una clara revolución de ideas en su cabeza, y seguramente, está odiándome. Y yo tengo que resolver eso antes de que pase a mayores. Y aunque para mí, este momento es especial por ser el primero en el que estamos juntos, en un lugar público y rodeados de personas que podrían delatar que nos han visto en un dinner cenando juntos, para ella no es más que un simple encuentro para que yo arregle la estupidez que estuve haciendo.

Samanthe estaba cruzada de brazos, recargada sobre el cómodo respaldo del asiento, mirándome pero también distrayéndose fácilmente con los colores de la mesa o de nuestro al rededor. Algo me decía que en realidad no estaba un cien porciento molesta, lo más probable es que estuviera decepcionada, y con una desilusión enorme, con una idea equivocada sobre mí que yo mismo le hice creer.

— Antes de todo, quiero decirte que lo siento. No quiero que pienses justo lo que ahora estás pensando de mí, por favor. Voy a explicarte a lujo de detalle mi... estupidez, y quisiera que lo entendieras, aunque de igual forma entiendo lo que quieras decirme, y lo que decidas— empecé con mi discurso, mirándola fijamente, sólo a ella, ignorando al resto de las personas que se divertían en sus respectivas mesas.

Luce hermosa, sin embargo, no creo que sea el mejor momento para decirlo, estaría fuera de contexto y me haría ver como un imbécil otra vez. Así que debo continuar con lo que estaba, e ignorar lo linda que se ve frente a mí.

— Estoy consciente de que lo más probable es que estés pensando que soy un patán. Y como se lo dijiste a tu compañera en la biblioteca, que soy igual al resto de los hombres y que no tengo nada de especial, o que incluso, he jugado contigo.

Al decir eso, ví cómo rompió la conexión entre nuestros ojos, sólo se dedicó a ver sus manos, que ahora acomodó sobre la mesa. Está triste.

— Pero no es así, Samanthe. Te juro, con todo de mí, que no es así. Estuve pensando mucho sobre esto, sobre nosotros. Y sé que fue una pésima manera de enfocarme en ello, y lo lamento.— le pedí mis más sinceras disculpas, inclinándome hacia ella para que por favor me mire a los ojos y sepa que no estoy mintiendo, que estoy siendo cien porciento honesto.

— ¿Qué tan importante es Grant para ti?— carraspeó antes de cuestionarme.

Fruncí levemente mi ceño, con un tanto de confusión pues no comprendo qué es lo que tiene que ver en este instante. — ¿Adam?—.

Ella sólo asintió con su cabeza, para después mirarme, con ese particular brillito en sus bonitos ojos avellana.

Aún no comprendí su pregunta, y a los pocos segundos lo notó, así que continuó hablando en un tono bastante tranquilo.

La Ciencia de tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora