Capítulo 20: Nueva distracción

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— Llévame contigo, ¡ándale Matty!— insistía mi hermano, mientras yo le cerraba la puerta de mi auto en la cara.

No tardó mucho en rodear la parte trasera hasta llegar al asiento de copiloto, pero apenas lo ví a través de la ventana, coloqué seguro a las puertas.

Él intentó abrir, dándose cuenta al instante de mi maniobra, así que le sonreí triunfante. Su única respuesta, fue sacarme el dedo de en medio, fingiendo una sonrisa, quedándose fuera.

Y yo, emprendí mi camino hacia el colegio como me es costumbre en los cinco días hábiles de la semana.

Encendí el estéreo de mi auto, y la voz de Bruno Mars ya estaba deleitando mis oídos con Talking to the moon, así que me pude contener mucho tiempo para empezar a cantar a un volumen de voz moderado.

— My neighbours think I'm crazy, but they don't understand. You're all I haaaad.— solté una parte de la canción, escuchando para mí mismo mi terrible pronunciación del inglés, así que no me fue muy conveniente continuar con aquel cántico.

Me siento muy bien.
Extremadamente bien, siendo honesto.

No sé si esto se deba a algo en específico, como la charla que he tenido con mi ahora cuñado, o en realidad es que el clima del día es bastante adecuado para cualquier prenda que desee usar.

Todo iba grandioso, hasta parecía que el día comenzaría a mi favor.
Eso, hasta que en pleno tráfico una bendita motocicleta se atravesó entre los autos a toda velocidad, sin respetar los malditos turnos de los coches que ya estábamos antes que él.

Tengo un extraño sentimiento y repugnancia hacia las motocicletas. O más bien, hacia sus conductores irrespetuosos. No puedo generalizar, pero hablo de aquellos que siempre hacen de las suyas, y quieren tomar el pase como si fueran VIP en plena carretera.

Respiré hondo para calmarme, y que esto no arruinara el bonito día que apenas está comenzando, y así como lo hice, el semáforo se puso en verde, haciéndome sonreír y continuar mi camino a la vez, tranquilo.

No hace falta describir todas aquellas acciones que hice en cuanto estacioné mi automóvil en el instituto. Fue exactamente lo mismo de todos los días, abrir la puerta trasera, tomar mi maletín, y volver a cerrar todas las puertas, asegurándolas.
Y bueno, seguido de eso, emprendí paso hacia mi destino, teniendo que cruzar por la explanada llena de estudiantes, llenando mis oídos de gran variedad de ruidos y voces que hay en el patio.

Siempre odié los lunes, pero desde hace mucho que dejé de hacerlo. A pesar de que la mitad del día me la paso reflexionando lo poco que me duró el fin de semana, y lo tan mínimo que fue aprovechado, ya no odio este primer día de clases en la semana, pues es en el que más tiempo tengo de impartir clases al grupo en el que se encuentra aquella persona que tanto ansío ver.

— Buenos días, Charles—
escuché aquella voz tan familiar para mí, con un tono que tenía mucho tiempo sin escuchar.

Así que dirigí mi vista hacia aquel rumbo, cerrando la puerta de la sala de profesores en cuanto estuve dentro. Le miré entrecerrando mis ojos y frunciendo levemente el ceño.

Parece que he escuchado hablar al señor "no perderé mi dignidad al hablarte".

— Buenos días, Adam— le saludé dejando mi maletín sobre la mesa en la que se encuentra.

— ¿Cómo estás?— pregunta, con una normalidad que es tremendamente extraña para la situación en la que hemos estado en las últimas semanas.

— Excelente. ¿Qué tal tú?.

La Ciencia de tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora