— Es... es malo, ¿cierto? mierda...—
Sus lágrimas brotaban y brotaban, mientras él se partía en llanto cubriendo su rostro, así que tuve que reaccionar rápido, antes de que se convirtiera en algo peor.— ¡No no no, no!, no lo es, Froy, claro que no— hablé pronto, intentando hacer que me mirara para poder tranquilizarlo y al mismo tiempo encontrar las palabras correctas.
Jamás se me cruzó por la mente la idea, pero ahora... ¡todo tiene sentido!. ¿Cómo no pude notarlo antes?.
— No es nada malo, tranquilo— pedí sincera. — Es sólo que... no lo imaginaba. Es decir, tenías algo con Melissa Clay, ¿no? ¿eso significa que también te gustan las chicas?—.
— No. Lissa sólo es mi amiga.— negó aún algo descontrolado de emociones. — Y tampoco me gustan las chicas, no lo sé, no lo entiendo—.
Mi niño...
No pude hacer más que rodearlo con mis brazos y traerlo a mí, pues verlo tan frustrado y con tanto miedo, me estaba triturando el corazón. No soportaría más estar sin abrazarlo.
— ¿Esto es lo que te daba tanto miedo contarme? ¿por eso has estado tan angustiado?— cuestioné acunando su rostro entre mis manos.
Poco a poco sus lágrimas cesaron, e incluso pude ver su leve sonrisita en cuanto yo le sonreí, aunque todavía estaba afligido y asustado. Él sólo asintió con su cabeza.
— Sólo prométeme que no se lo dirás a nadie— me pidió, extrañándome por completo.
— ¿No lo sabe nadie más?— alcé mis cejas con algo de sorpresa.
— Sólo Daniel— se encogió de hombros. Claro, es su mejor amigo. — Y Erick—.
— ¿Erick?!— respondí, esta vez sí que me había sorprendido, y me resultaba una ofensa a la vez. — ¿Le contaste a Erick antes que a mí?—.
— No se lo conté, él lo descubrió...
— ¿Cómo?.
— Créeme, no quieres saberlo— me advirtió. — pero incluía una multa, que por suerte no tuve que pagar yo—.
— Iug, ¡Froy!— lo regañé con un claro gesto de disgusto en cuanto capté la referencia. Él soltó una risa, que siempre me hace sonreír a mí también, sea cual sea la situación. Y cuando nos quedamos en silencio los dos, tuve que mirarlo de nuevo, sin desaparecer mi sonrisa de apoyo. Claro que no pienso dejarlo solo. — Entonces... eres gay, ¿no?—.
Él asintió, y podía ver la pizca de vergüenza con la que me lo está confirmando. — Supongo—.
— ¿Por qué no quieres que papá lo sepa?— pregunté con curiosidad.
— Es decir, en algún momento tendrá que saberlo—.— Dentro de diez años, tal vez.
— ¿Y vas a limitarte a ser libremente feliz durante diez años más?. Sabes que papá no tendría problema con que tuvieses novio, ¿no?.
— No estoy seguro de eso. Además, es lógico que no sería igual a como sería si a ti te gustaran las chicas o algo así. Comúnmente los papás tienen más problema con sus hijos hombres y su orientación sexual. Tal vez le será muy incómodo verme después de saberlo, así que prefiero seguir como estamos ahora.
— Papá no es como los otros papás, Froy— le recordé, y él ladeó su cabeza un par de veces, incrédulo.
— Igual con Samuel sería algo incómodo, o raro. Probablemente sea de los que dirá que es una etapa.
Yo me reí, porque tiene razón. Sam parece ser ese tipo de persona, aunque bien sabemos que no es así.
— De acueeerdo— dije, pensando en algo nuevo, que no había tenido el tiempo de procesar bien. — Si no tienes interés en las chicas, entonces, ¿quién te dió esa rosa?—
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La Ciencia de tu Amor
RomanceAntes titulada "Mi Alumna Favorita". Matthew Charles, un hombre que básicamente podría resumirse en un sólo concepto: "príncipe encantador". Bueno, más bien, un profesor de ciencias común, con una vida bastante aburrida y un mejor amigo que parece c...