Me removí entre las sábanas, sintiendo la frialdad de mi piel irse calentando en aquellas partes que cubrí con esta, abriendo poco a poco mis ojos, mientras que mis oídos fueron aclarando mi audición, y podía empezar a escuchar unos extraños susurros.
— Samy, ¡Samy!— era la voz de Erick. Como pude, enclarecí mi vista también, observándolo de pie al lado de la cama. — Samanthe, ¡hay alguien en casa!—
Mi sistema de alerta se alteró al instante, haciéndome despojarme totalmente de mi sueño.
— Mierda— solté desde lo más profundo de mí, quitándome las sábanas de encima, viendo cómo Erick estaba tomando sus jeans.
Rápidamente intenté pensar en soluciones, o al menos una posible salida, pero por desgracia, en mi habitación hay una sola ventana, la cual, está sellada. También, la cama es muy baja, y no hay armario.
Lo único que podía venir a mi mente después de revisar todo eso, fue la muerte.
No tenemos ninguna salida.Mi corazón empezó a acelerarse aún más, justo cuando los pasos fuera de la habitación se escuchaban cada vez más cerca de mi puerta, hasta que ví la manija moverse, y me paralicé observando mi reloj.
Diez treinta y ocho.
¡A esta hora nadie debería estar en casa!.
La mirada de Erick quedó en mí, igual de paralizado. El tiempo se había acabado, y automáticamente tendría que empezar a hacerme a la idea de que esto será la tercera gran guerra mundial.
Apreté mis párpados, sólo con la pequeña esperanza de que el tiempo se detuviera, y nos diera la oportunidad de huir.
Erick sólo alcanzó a tomar su camiseta, pero ni siquiera pudo ponérsela, pues la puerta fue abierta.
— Sólo tomaré la chaqueta que...—
Esa era la voz de mi padre. Aquella misma que se detuvo en cuanto sus ojos se percataron de que la habitación no está vacía, y sobre todo, que los que estábamos dentro éramos su compañero de trabajo y su hija.
Un silencio bastante incómodo se mantuvo, sólo manteniendo su mirada sobre nosotros. Los ojos de mi padre recorrieron el cuerpo de Erick, visualizando la ausencia de su prenda superior, y después me miró a mí, desviando sus ojos pronto, sólo parecía estar generando conclusiones.
Conozco a mi padre. Al menos lo suficiente para saber cuando no está contento con algo, y ahora, es más que notorio que está FURIOSO.
— Señor...— soltó Erick, en un corto intento de darle alguna explicación sobre lo que está viendo.
El enorme nudo en mi estómago empezó a sentirse, generándome náuseas por el miedo y nerviosismo.
Jamás había estado en esta situación, y tampoco la había imaginado nunca tan siquiera.El problema no fue papá. Nunca lo ha sido.
La bomba del problema se detonó en cuanto Samuel apareció a su lado en la puerta, que aunque parecía que se dirigiría a él, pronto notó cuál era la distracción que detuvo lo que sea que diría en cuanto llegó.
Sus ojos cayeron sobre nosotros también, haciéndome sentir tan avergonzada, pero al mismo tiempo, apenas vió a Erick, casi parecía empezar a hervir en fuego.
— ¿Qué mierda...?— soltó. Sabía que en cualquier momento empezaría a volverse loco. — ¿Qué carajo estás haciendo aquí, Leerick?—
Su voz cada vez estaba aumentando más de volumen, al mismo momento en que se esforzó por querer quitar a mi padre de la entrada, con la intención de irse contra su amigo. Pero papá no lo permitió, pues no se inmutó ni siquiera.
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La Ciencia de tu Amor
RomanceAntes titulada "Mi Alumna Favorita". Matthew Charles, un hombre que básicamente podría resumirse en un sólo concepto: "príncipe encantador". Bueno, más bien, un profesor de ciencias común, con una vida bastante aburrida y un mejor amigo que parece c...