Capítulo 46: Profesor vs policía

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Abrí mis ojos despacio, por instinto, tomando un respiro hondo de fastidio. Sentía que no había descansado nada. Y era lógico, pues mi posición en el sillón individual de la sala era verdaderamente incómoda e inadecuada para dormir.

Pero eso no fue mi único fastidio, pues el insistente sonido del timbre, sumándole los golpes constantes en la puerta de mi departamento me estaban taladrando la cabeza.

Observé por mis ventanas, notando que el día se acabó, y ya no hay más rastro de luz solar, sólo oscuridad y estrellitas brillando.

Dirigí la mirada hacia el reloj en mi muñeca, que marcaba justo la una de la madrugada con cincuenta y nueve minutos, pero pronto cambió a las dos en punto.

¿Quién vendría a tocar mi puerta de esta forma a las dos de la madrugada?.

Paul.

Suspiré poniéndome de pie, sintiendo aquella característica de pesadez muscular cuando has dormido mal, y de esa forma, me dirigí a la puerta.

Tallé mis ojos abriendo esta, y cuando apenas iba a hablar, me percaté de que no era mi hermano quien estuvo tocando.

Y de cierta forma era lógico, pues habría entrado por su propia cuenta sin necesidad de tocar.

Este no era Paul, y tampoco alguien a quien esperaría ver frente a mi puerta.

El queridísimo principito ojiazul era quien me estaba mirando ya, y esto era tan extraño.

— Hola—

Sus palabras me seguían siendo confusas, sin poder descifrar si esto es parte de algún raro sueño y que sigo dormido, o si en serio él está aquí.

— Disculpa la hora, pero vengo por Samanthe— enunció. — Froy me dijo que la había traído acá—.

— Sí, así fue. Ella está bien.— respondí, recargando parte de mi cuerpo en el margen de la puerta, observando a su rostro e intentando buscar la manera de lucir lo más serio posible. Viéndolo bien, este hombre no pasa de veinticinco años, y aunque sea un golpe para mí decirlo, es notorio que es más joven que yo.

— Bien— asintió, sin quitarme los ojos de encima tampoco. — La llevaré a su casa—.

Ah.

— Mhm— pensé. Aquella idea no me convencía. — Froy me dejó en claro que Samanthe no podía ir a su casa en el estado en que estaba, por eso me llamó—.

— Sí, lo sé, ah... de hecho el mejor amigo de Samy me llamó a mí primero, sólo que no pude ir.

Eso sonó algo brusco.
Vale, con su manera de detallar las cosas, quiere hacerme sentir la segunda opción.

Y tal vez lo fuí, pero al menos yo no me la pensé en ir por ella en cuanto me llamaron.

— Entonces, ¿puedo pasar?— volvió a cuestionarme.

— ¿Cuál era tu nombre, disculpa?— pregunté, y eso no le agradó.

¿Acaso le molestaba la simple idea de que yo no supiera quién es él? Claro que lo sabía, pero no iba a permitir que supiera eso.

— Erick— contestó. — Erick Evans. ¿Me dejas pasar por Samanthe?, se hace más tarde.—

— Evans. Me temo que eso no va a ser posible. Samanthe está dormida, descansando. Ella está cómoda, y está bien. No es necesario llevarla a otro lugar, mucho menos en el estado en el que está. Además, le prometí a Froy que cuidaría de ella, y pasará a recogerla por la mañana. Nunca mencionó que podría ir contigo, ni que vendrías.

La Ciencia de tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora