[13] "¿Nos vamos ya?"

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Todo había terminado mejor de lo planeado, porque al parecer finalmente algo iba bien en mi vida: las paces con el vecino y con mi ex novia. 

La única que no parecía contenta conmigo era Cara, desde que tuvimos esa llamada hace tres días no tenía ni una señal de ella, por lo que supuse que estaba enojada.

Llegué a mi casa después del trabajo y todo iba bien, había trabajado lo suficiente como para que mañana tuviera el día libre, por lo que llegué más tarde a mi casa.

Finalmente podría descansar y me senté en mi cama, cuando mi celular sonó. Lo tomé y como si fuera por arte de magia el nombre de Cara aparecía en la pantalla. Bueno, quizás no estaba del todo enojada y me sentí aliviado por ello.

—¿Hola? —contesté.

—¿Estás en tu casa? —preguntó. Se oía bastante seria.

—Ehm, sí —contesté no tan seguro por lo que sea que estuviera pasando.

—Sal —me dijo—. Ahora. No vas a creer lo que está pasando afuera.

Me quedé en silencio.

—¡Pero apúrate! —volvió a gritar.

Me levanté algo veloz de mi posición, fui hasta la puerta y la abrí con velocidad. Para mi sorpresa, ella estaba ahí parada, en el marco de la puerta.

—Hola —saludó Cara. Ambos seguíamos con los celulares en la oreja y colgué.

—¿Qué es lo que pasa? —pregunté, esperando ver algo más que a Cara en la puerta.

—No hay nada, realmente no pasa nada—me miró—. Sólo soy yo.

—Ah... —dije algo decepcionado.

—Sólo lo hice para que me abrieras la puerta —aclaró.

—Ya entendí.

—¿Vamos por algo de cenar? —propuso—. Una pizzería abrió, está solamente a unas calles.

—Sabes que no soy tan fanático de la pizza —protesté.

—Pero venden más cosas —rogó—. Vamos y ya, maldita sea.

—¿Manejas tú? —pregunté—. Estoy cansado, trabajé mucho.

Nos miramos, obviamente que ninguno de los dos quería manejar.

—Yo pago —dijo—. Tú maneja —hice alguna cara de disgusto, porque agregó—: Y compras lo que tú quieras. Lo más caro. ¿Nos vamos ya?

Sonreí, aceptando. De todas maneras extrañaba a Cara y lo único que me pedía era manejar a una pizzería que estaba a un par de calles y ni uno de los dos propuso el caminar porque era obvio que no lo haríamos.

Me regresé por las llaves de mi carro, nos subimos y arranqué.

—Hey, esto... —Cara habló una vez más, casi al instante de subirse del lado del copiloto. Se detuvo a oler el asiento, o más bien el cinturón de seguridad—. Esto huele diferente —se terminó de acomodar después de olfatear todo, como si fuera un perro. Fue algo repentino y extraño a lo que no pude evitar reír—. Es que no huele a mí. Este asiento normalmente sólo huele a mí —aquello era triste pero cierto, no llevaba a nadie más en mi carro que a Cara.

Fue cuando recordé que Gerard se había subido ahí mismo, usaba tanto perfume que era inevitable que no se quedara el olor impregnado ahí después de varios días.

—Gerard se sentó ahí el martes —le dije y la miré rápido, para ver cómo reaccionaba—. Gerard el vecino.

—No es cierto —exclamó sorprendida. Demasiado a mi gusto, como si Gerard fuera alguna estrella de Hollywood—. ¿Hay algo más que quieras decirme? Lo odiabas y ahora se sube a tu carro como cosa casual. ¿Es que ahora salen todos los días y van de la mano por ahí? —me miró—. ¿Sales de picnic con él sobre tu mejor amiga para armar un escritorio estúpido con su primo?

Be nice or go away. [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora