Capítulo XV.

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   Cuando por fin salí de la ducha, me dirigí hasta el guardarropa para poder escoger algo que ponerme. Tenía planes de ir a algún restaurant para cenar, así que opté por una camisa de vestir de un color crema, pantalón gris y zapatos negros muy brillantes. Apliqué un poco de perfume sobre mi cuerpo, guardé mis cosas en los bolsillos y salí, para luego ir a la habitación de Paul.

   Justamente cuando acerqué mi mano a la perilla, la puerta se abrió, dándole salida a Paul. Él lucía una bonita camisa de vestir, pero de mangas cortas y de color azul rey, pantalón de mezclilla y unos zapatos negros muy parecidos a los míos.

   Estaba muy lindo y más cuando me sonrió con cierta timidez, por mi forma tan lasciva de verlo.

   —¿Ya nos vamos?

   —Uh, sí. Lo iba a... a buscar.

   —¿Pasa algo? —ladeé mi rostro y fruncí el ceño—. Mmhm, ¿no quieres ir?

   —Sí, sí quiero.

   —Oh, bueno. Vamos.

   Caminamos por el pasillo, bajamos las escaleras con cierta rapidez y cuando cruzamos el living, miré el reloj de la pared y al darme cuenta que eran las ocho, fui con más lentitud. Era buena hora y de seguro encontraríamos alguna mesa desocupada.

   Me senté en el puesto de piloto, al tiempo que Paul lo hacía en el de copiloto. Nos colocamos el cinturón de seguridad, encendí el vehículo y me apresuré a conducir. En ese instante sonó un trueno, y seguido de eso, comenzó a llover de una forma bastante tosca, por lo que me vi obligado a activar el parabrisas.

   Pude notar que Paul estaba algo triste, puesto que su cabeza estaba apoyada hacia atrás, sus brazos estaban cruzados y miraba el cielo oscuro de la noche con cierta nostalgia, al igual que las gotas de lluvias que se deslizaban por el vidrio, el cual estaba empañado y por esa razón, pudo dibujar una carita triste con su dedo índice. Luego la borró y al lado dibujó un corazón roto.

   —Depresivo, ¿eh?

   Él dio un pequeño brinco, apartó su dedo y me miró con nervios.

   —Dime, ¿a qué o a quién se debe ese corazón roto? ¿A Jamie?

   —Mmhm... yo no esperé que usted me estuviera viendo, es que...

   —Contesta —lo interrumpí.

   —Sí —admitió, luego dio un fuerte suspiro.

   —No seas infantil, Paul —le dije—. Dibujar corazoncitos rotos no va hacer que él te quiera.

   —Lo sé; sé que es estúpido, pero... uh, no sé.

   —Nunca sabes nada.

   —No, es que... —no terminó la frase, luego acotó—: Lo... lo quisiera ver. No sé nada de él en mucho tiempo.

   —Me estás haciendo molestar, es mejor que cierres tu boquita y la uses para darme mamadas.

   Paul se deslizó un poco por el asiento, soltó un pequeño suspiro y siguió mirando hacia la ventana. Odiaba que mencionara y que pensara en ese cretino; él era mío, debía pensar nada más en mí y no en él.

   El restaurante que había escogido era muy alejado de la cuidad y por ende, estaba notablemente vacío. El suelo era de madera, alfombra roja con bordes dorados, que había juego con el cojín de las sillas. Era cómo retroceder en el tiempo: tenía aspecto de los años sesenta, mezclado con lo actual y eso lo hacía lucir bastante elegante.

   Por suerte tenía estacionamiento privado, así que no nos mojamos al salir del auto. La fuerte lluvia seguía inundando el lugar, pero en cierta forma lo agradecí, puesto que quería estar un poco más en privado. Tanta gente solía ponerme de malas.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora