Capítulo XXXVII.

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   Le di un abrazo cuando vi que estaba a punto de llorar, y él se apresuró a corresponder con fuerza. Apegó su cara a mi hombro, soltó un suspiro, y en poco tiempo mi camisa se humedeció en esa zona, debido a sus lágrimas.

   A pesar que no era de mi agrado que estuviera llorando por él, debía tratarlo con cariño para que él mismo se diera cuenta que yo sí lo quería de verdad.

   —Yo... yo no quiero que a él le pase nada —sollozó—. Cometió errores, sí, pero... p-pero yo en serio no quiero que le pase nada.

   —¿Por qué no? —indagué—. Paul, él fue malo...

   —Usted también lo es.

   —Un malo que te quiere —le dije, haciendo que soltara una pequeña risita. Al menos había logrado algo—. ¿Por qué te ríes? —me separé de él y lo miré—. ¿No me crees?

   Paul sacudió su cabeza en negación, al tiempo que limpiaba sus mejillas húmedas.

   —¿Y qué debo hacer para que me creas?

   —Bueno, yo e...

   —Romper el contrato no cuenta.

   —No era eso —refutó—. Sólo que, si me quisiera, me entendiera...

   —Te entiendo —le dije—. Por eso estoy aquí.

   —¿Violándome?

   —Paul.

   Él se sonrió.

   —Sólo quiero que estés bien... y eso no incluye romper el contrato porque quiero esperar los trece días que faltan.

   —Sí, ya lo sé —murmuró—. No estaba hablando de eso.

   —¿En serio lo quieres a él?

   —Siempre hay alguien que va a revolver las emociones como la primera vez.

   —¿Y ese es Jamie, no?

   —Él me lastimó —comentó—, pero al volver... mi estupidez hará que lo perdone, porque una parte de mí siente que con él estoy bien... así me haya hecho mucho daño.

   —¿Eso quiere decir que no lo has perdonado?

   —No —negó con la cabeza, al tiempo que jugaba con sus dedos—. Le dije que debía pensarlo. Me quedan trece días para decidir.

   —¿Entonces no estás seguro de irte a Manhattan?

   —No.

   —¿Y qué estás esperando para decirle que no?

   —No quiero volver a desilusionarme —confesó—. Para mí es complicado tomar una decisión a ciegas.

   —¿Por qué a ciegas? —me crucé de brazos y fruncí el ceño ligeramente—. ¿Acaso no crees en mí?

   —Es el miedo a que todos me fallen —contestó—. No quiero pasar por eso y tengo miedo.

   —Yo te quiero mucho y me gustaría intentar algo contigo en serio.

   No sabía a dónde se había ido mi dignidad (al carajo, seguramente), pero le estaba pidiendo a gritos que se quedara conmigo. Porque eso era exactamente lo que quería: a él.

   —Eso me lo dijo él... ¿y sabe que hizo después? Lo vi con alguien más y me dijo que prefería a las mujeres antes que a mí.

   —Pero yo te prefiero a ti por encima de cualquier persona.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora