Epílogo.

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1 año antes.

   —¿Y tú crees que en serio ganemos el caso, Stuart?

   Acomodé mi corbata roja y lo miré con preocupación, a lo que él me contestó entusiasmado. Ambos acabábamos de salir de un juicio por un problema que se presentó en uno de los bares; parecía tonto, pero podía volverse delicado.

   —¡Claro que sí, John! Eso es seguro, el tipo las tiene de perder.

   Stuart lucía un bonito traje gris, junto a una corbata negra; por otro lado, yo vestía uno negro y con la corbata roja, la cual me apretaba y por eso decidí aflojarla un poquito. El estrés hacía que todo me apretara.

   —¿Tú crees? —volví a preguntar, al tiempo que abría la puerta de mi auto y me sentaba frente al volante—. Estoy preocupado por eso. No quiero perder mi local.

   Al estar en el asiento de copiloto, Stuart dejó el portafolio en la parte de atrás y suspiró.

   —A ver, John —explicó—: el tipo discutió con Brian, le aventó una botella de cerveza y le rompió la frente, ya con eso está perdido. Como si fuera poco, ya le había dicho que renunciaría porque quería que le pagaran el doble por ser bartender a medio tiempo, cosa que es una locura. Él no tiene derecho a reclamar nada después que Brian lo despidiera... ¡y por eso no vas a perder el local, John!

   —Es que estoy preocupado —admití, tomando el control del volante—. Es la primera vez que me demandan.

   —A lo mejor, repito: a lo mejor, unos cuantos billetes, si es que gana el caso, pero no lo va a ganar porque me cogí a la jueza.

   —Stuart, por amor al cielo —refunfuñé—. Ten seriedad.

   Él se rió.

   —¿Y cómo van las cosas con Cynthia?

   —Bien... supongo. Creo que me voy a casar con ella.

   —¿Lo dices en serio? —se alegró—. ¿Y eso?

   —No quiere que follemos sino hasta ese entonces.

   —¡John! —me dio un ligero empujón y me reí—. Habla en serio.

   —Estoy hablando en serio. Ella y yo nada de nada.

   —¿¡Qué!? —se rió—. ¡No lo creo! Conociéndote a ti, no.

   —¿Te digo algo? Compré algunas cosas... eróticas, ya sabes, para ver si se animaba, pero no fue una buena idea. Ocupé un cuarto y todo —bufé—. Y lo peor es que si le soy infiel, me mata.

   —Usa la mano... espera, ¿cosas eróticas? ¿cuarto? ¿¡Tú eres loco o qué!?

   —Stuart, ya —carcajeé—. Cálmate, ya no las usaré. Le iba a dar la sorpresa, pero gracias al cielo que no lo hice. Escuché que hablaba con sus amigas sobre lo feo que era el sadomasoquismo y esas cosas. Estoy deprimido. Quiero llorar. ¿Sabes el montón de dinero que invertí en eso?

   —Bueno, aquí estoy yo... —bromeó, fingiendo ser pícaro.

   —Idiota —reí—. Creo que lo demoleré. Si es que no secuestro a alguien y lo violo.

   Stuart se ahogó.

   —¿Qué? No creo que seas capaz... ¿o sí?

   Encogí los hombros.

   —No sé. Tal vez...

   —No me asustes, John. Mira que tus obsesiones por cosas suelen ser bastante... raras. Recuerda lo que te dijo el psicólogo. No quiero recordarte la vez que encerraste a tu ex porque estuvo con otro y no la dejaste salir de su casa por tres días.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora