Capítulo XXXVIII.

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   Una pequeña caricia hizo que mis ojos se abrieran lentamente. Miré a mi lado y solté un bufido al ver a Tim jugando con mi cabello.

   —Deja el fastidio, apestoso. ¿Dónde está Paul? Bah, como que si me contestaras.

   Me levanté de la cama, estiré mis brazos y dirigí mis piernas hasta el baño. Al llegar, procedí a cepillar mis dientes y a hacer gárgaras con enjuague bucal. Comencé a desvestirme con rapidez, puesto que quería darme una ducha de agua fresca; la mañana no estaba tan fría como las demás.

   Busqué algo de ropa en mi armario y como había acordado pasa el día con Paul fuera de casa, decidí vestirme bien. Escogí una camisa de vestir con mangas cortas de color azul, con unos diminutos puntitos negros, que le hacían resalte; mis piernas las cubrí de un pantalón de mezclilla muy simple, y de zapatos opté por unos negros de gamuza; busqué un bléiser negro y me lo coloqué, para así darle un toque más formal al asunto.

   Pasé mis manos por la parte superior del extenso armario, logrando palpar la caja donde tenía todos mis artilugios eróticos. Me dio nostalgia.

   —Casi no los aproveché —murmuré. Solté un suspiro y los saqué para la habitación: mis planes eran botarlos, así como todo lo que había en el cuarto rojo—. Ahg...

   Estaba aplicando perfume cuando la puerta rechinó, lo que me hizo girar. Era Paul. Mi Paulie. Tenía un lindo suéter amarillo pastel, que resaltaba de su pantalón negro y los zapatos deportivos del mismo color. Esbozó una pequeña sonrisa y se adentró a paso tímido.

   —Ya casi estoy listo —le dije—. ¿Qué hora es?

   —Las diez. ¿Es tarde?

   —¿Debería serlo? —dejé el bote de perfume a un lado y me di la vuelta—. Muero de hambre... ¿tú no?

   Él sacudió su cabeza en negación.

   —Ya comí. Desperté a las siete, como siempre.

   —¿Y por qué tan temprano? —reí—. Es sábado, Paul... deberías dormir hasta tarde.

   —No soy vago.

   —¿Me llamas vago?

   —No dije eso, John. Sólo dije que...

   —Paul.

   —¿Ah?

   —¿Te he dicho que eres bonito?

   —¿Yo? —se rió con nerviosismo—. Pero si yo soy... normal.

   Me acerqué hasta él sin dejar de mirarle los ojos, rodeé mis brazos en su cintura, lo apegué más a mí y lo abracé; Paul también lo hizo. Al instante olí la agradable fragancia masculina que llevaba sobre su piel.

   —¿Por qué me abrazas? —me preguntó.

   —¿No puedo hacerlo?

   —Sí puedes —dijo—. Es sólo que jamás lo habías hecho.

   —Claro que sí —me separé de él (aún agarrando sus antebrazos) y lo miré—. ¿Por qué dices que no?

   —Es que siento que este fue más... sincero que los demás.

   —Lo fue. Bueno, no es que los otros no, sino que... te estoy queriendo de verdad. No es que antes no te quería de verdad, no, pero...agh, Paul, confórmate con que me estoy enamorando de ti.

   —¿Tú? ¿De mí?

   —Yo. De ti.

   —¿Y por qué de mí?

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora