Capítulo XX.

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   Paul caminó hasta posicionarse frente a mí. Al hacerlo, lo miré directo a los ojos y pude notar su semblante expresivo mezclado con algo de incredulidad, y sorpresa.

   —Sí. Puedes irte. Estoy hablando en serio.

   Sus labios se estiraron hasta formar una sonrisa que irradiaba felicidad. Fue tanto, que se apresuró a darme un abrazo y besó mi mejilla. Obviamente yo me quedé inmóvil, puesto que mis ánimos no estaban para eso.

   Aún no entendía por qué había tomado esa decisión. Tal vez porque una parte de mí estaba consciente del daño que le estaba ocasionando, y sobre todo, el hecho de pensar en alguien más mientras estaba conmigo, no era algo que llevaba a la ligera.

   —Cierra la puerta —indiqué, cuando vi que cruzó el umbral.

   —¿No me va a... acompañar hasta la salida?

   —Deja la estupidez, claro que no. Ya vete de una vez.

   Él salió de la habitación, hizo lo que le pedí, y al encontrarme solo, dejé caer mi espalda al colchón y cerré los ojos, tratando de calmarme y pensar que era la mejor decisión para él, para mí, y para Stuart, que de seguro sus nervios se calmarían.

   Varios minutos después, sentí unos pasos en el corredor, seguido de tres toques en la puerta de mi habitación.

   —¿Qué? —formulé mi pregunta con pesadez.

   —Ya me voy.

   —Pues bien. No se te ocurra abrir la puerta —le dije—. Adiós.

   —Uh, adiós. Ehm... ¿no tiene más nada que decir?

   —No.

   —Eh... está bien. Adiós. Supongo que no queda decir nada más, ¿verdad?

   —No. Ya lárgate, y llévate a tu asqueroso gato de aquí.

   No se escuchó otra cosa más que el sonido de sus pies, el maullar de Tim y un suspiro de su parte, por lo que supuse que se había ido a un lugar que desconocía. Tal vez iría a casa de Dot, de sus padres, o iría a buscar a Jamie por cielo y tierra hasta encontrarlo.

   En cierta forma le había tomado cariño. Había convivido con él por ocho días, y yo era de las personas que se encariñaba muy rápido. Dejando la parte sexual atrás, Paul me hacía sentir bien.

   Me levanté de la cama, dirigí mis piernas hasta la enorme ventana de mi habitación. Abrí las persianas divisé el paisaje, el cuál daba hasta la salida de la propiedad; pude ver a Paul salir. Vestía prendas negras, había llevado un bolso y a Tim en sus manos.

   —Hasta nunca.

   Al darme cuenta que todavía estaba en ropa interior, fui hasta el armario y se ahí saqué una camisa amarillo pastel muy simple y cómoda. Detestaba vestir de ese color, pero eso lo que menos me importaba.

   Cuando llegué al living, fui hasta la cocina y saqué una botella de Whisky, luego un vaso de vidrio con hielo y serví. Fui hasta el sofá, me dejé caer en el mismo y di un sorbo, mientras mantenía mi mirada fija en el suelo.

   —Cualquiera diría que estoy dolido por eso —bufé—. Por supuesto que no lo estoy. Lo único que voy a extrañar de Paul será su trasero, de resto, nada. ¿Qué dices John? Traseros como el de Paul hay mucho... pero ninguno tan redondito, tan blanquito, tan rellenito, tan... oh, cielos, quiero su culo justo ahora. ¿¡Por qué no le enterré mi pene antes de irse!?

   —Porque me dolía, y aún me duele.

   Al escuchar ese timbre de voz, miré en dirección hacia la puerta y pude ver la silueta de Paul entrar al living. Pude detallarlo más: llevaba un suéter negro, pantalón de mezclilla y unos zapatos del mismo color; el bolso era más o menos grande y llevaba el gato en manos.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora