Capítulo XVI.

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   Abrí mis ojos, solté un bostezo y de inmediato me levanté, al darme cuenta que eran las diez de la mañana. La razón por la que había dormido tanto, era porque por alguna extraña causa estaba abrumado por todo lo que me aconteció el día anterior: el gemir de Paul y la ruptura con Cynthia. Aún no lo asimilada.

   No tenía planes de salir, pero aún así me gustaba estar alistado para cualquier cosa, por eso, cuando salí de la ducha de agua fresca, escogí una camisa de vestir color vino —la cual enrollé hasta mis codos—, pantalón negro bien planchado y unos zapatos de vestir muy brillantes.

   Salí de mi habitación, caminé por el corredor y bajé las escaleras de la casa a un ritmo peculiar. Al llegar al living, crucé hasta el comedor y pude ver a Paul sentado en la mesa, comiendo cereal azucarado con leche. Llevaba una camisa gris de una tela muy fresca y con cuello en V; pantalón de lana muy ajustado al cuerpo del mismo color y medias negras. Su cabello estaba húmedo y sus pómulos estaban ligeramente rojos.

   —Hola.

   —Uh, hola —llevó una cucharada de cereal a su boca y la masticó.

   Me senté a su lado, apoyé mis codos en la mesa y cubrí mi rostro, para luego soltar un fuerte suspiro.

   —¿Sucede algo? —indagó, un tanto extrañado por mi reacción.

   —No, no pasa nada. ¿Debería pasarme algo? Deja de preguntar.

   La dama de servicio se hizo presente en la mesa, colocó un par de platillos a nuestro frente y luego de hacerlo, se retiró en silencio.

   Descubrí mi rostro y mi estómago gruñó cuando mis ojos visualizaron la deliciosa comida. Se trataba de unos waffles de avena, con miel y mantequilla; café con crema batida y algo de canela, junto a jugo de naranja.

   —¿Y qué tal tu asqueroso gato? —pregunté, picando la comida con los cubiertos y después lo llevé a mi boca.

   —Tim no es asqueroso.

   —Para mí sí lo es. Contesta.

   —Bien —bebió un sorbo de jugo luego de haber terminado el cereal y procedió a comer algo de waffle—. ¿Y usted cómo... durmió?

   —¿Yo? Bien —contesté con simpleza, para después acercar la taza de café a mi boca y dar un sorbo.

   —¿Debería vestirme?

   —Estás vestido, Paul.

   —Ah, sí —carcajeó un poco—. Es que creí que saldríamos.

   —Uh, no. No vamos a salir, al menos no por ahora.

   —Mmhm, bien.

   —¿Qué le sucedió a tu rostro? —cuestioné, refiriéndome al rubor en sus pómulos, un claro indicio de haber llorado durante la noche.

   —Nada —se apresuró a contestar—. No pasó nada, ¿por qué pregunta eso?

   —¿Lloraste?

   Paul desvió su mirada con rapidez y gracias a un movimiento torpe con su brazo, derramó su jugo en la mesa.

   —¡Lo siento! —apeló, agarrando una servilleta y tratando de limpiar—. ¡No fue mi intención, lo juro!

   Le resté importancia al hecho ocurrido, tomé su mano y la aparté; él, al hacerlo, me miró avergonzado y a la vez confundido. De seguro esperaba la peor de mis reacciones.

   —Déjalo.

   —Pero...

   —Paul, es una mesa —le dije—. No fue nada más, descuida —tomé el pañuelo de seda con el que limpiaba mi boca y lo coloqué en el lugar mojado—. Ya está.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora