Capítulo XXIII.

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   —Esperaba de todo menos que estuviera muerto.

   Stuart resopló, al tiempo que acomodaba su delgada corbata roja, que le resaltaba del traje negro que llevaba puesto. Me preguntó por qué estaba empapado y tuve que contarle brevemente lo que había pasado.

   —La casa fue vendida. La está ocupando una señorita con su esposo. Oye, ¿no les dará miedo estar ahí? Digo, la persona murió y... ¿no saldrán fantasmas? ¡Pensar en eso me da escalofríos!

   Solté un pequeño estornudo, estrujé mi nariz con suavidad, y dejé de ver la lápida que estaba frente a nosotros, para mirarlo.

   —No todos son nerviosos como tú, Stu —contesté fastidiado—. Hay personas que eso les da igual.

   —Uh. ¿Por qué no vas a casa? Vas a pescar un refriado..., si es que ya no lo tienes.

   —Porque el temblor me llamó.

   —No me digas así —y chasqueó la lengua—. Murió por...

   —¿Te pregunté eso? No me interesa.

   —¡Admite que te asustaste cuándo te dije que sabía dónde estaba! ¡Pensaste que Paul iría tras él otra vez!

   —Sí me asusté, pero había algo que no me encajaba: me diste la información de dónde vivía, el trabajo y lo demás... entonces eso me confundió. Sabía que algo no estaba bien —añadí.

   —¿Y ahora cómo te sientes?

   —Feliz.

   —¿¡Feliz!? ¡John, murió! ¿¡Y sabes por qué murió!? ¡Murió al venir a Liverpool a pedirle disculpas a Paul!

   Entonces mi sonrisa se borró.

   —¿Cómo dices, temblorcito?

   —Sí —siguió diciendo—. Estaba involucrado en... drogas. Tenía discusiones con un gánster.

   —¿Con un hámster? ¿Qué clase de hámster vende drogas? ¿¡Y qué clase de ser tiene problemas con un... hámster que vende... drogas!?

   —¡Gánster! —aclaró—. ¡'Gánster', no 'hámster'!

   —Ah, ya —carcajeé—. ¡Es tus gritos me aturden!

   —¿Se lo dirás a Paul?

   —Aún no, ya pensaré cómo decírselo. Menos mal que se murió.

   —John.

   —¿Qué? —lo miré con el ceño fruncido—. Es verdad. Yo creí que estaba vivo, que Paul se iba a volver loco por él, que iba volver a estar enamorado y que... cielos, Paul aún está enamorado de él.

   —¿Te afecta?

   —En lo más mínimo —contesté con indiferencia—. ¿Por qué habría de importarme si está enamorado de otro?

   —Porque tal vez él te gusta.

   —Me gusta, sí; per... ¿¡Quieres dejar de meterte en mi vida privada, Stu!? ¡A mí no me gusta Paul, ya deja el fastidio con eso!

   —Ajá...

   —¿¡Cómo qué 'ajá'!? ¡Es verdad, Stuart! ¡Paul no me gusta, ni me va a gustar jamás! Es nada más una ilusión.

   —Ustedes hacen bonita pareja.

   —No tanto como tú y tus nervios.

   Stuart me dio un ligero empujón, haciéndome reír. Cómo el lugar no era apropiado para esas bromas, decidimos salir del cementerio e irnos a nuestras respectivas casas. El malestar comenzó a estar presente en mi cuerpo, por lo que me apresuré a tomar una pastilla, antes que el resfriado avanzara.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora