Capítulo XIV.

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   Me levanté con rapidez, agarré una camisa y me la coloqué en mi zona íntima y fui tras ella, puesto que se había ido al tan solo verme así. Era lógico.

   —¡Cyn, espera! ¡Puedo explicarlo! ¡Es solo una tontería, lo juro!

   Ella estaba caminando a paso apresurado, llevaba un vestido ajustado al cuerpo tan rojo como sus orejas y unos zapatos de tacón que no le impidieron bajar las escaleras con rapidez.

   —¡Bebé, espera!

   Logré tomar su antebrazo antes de que colocara el pie en el primer escalón y al darse la vuelta, pude notar que sus lindos ojos estaban llenos de lágrimas. Me dio una estruendosa bofetada y luego me empujó; logré sostenerme de los barras de las escaleras, porque de lo contrario, me hubiera caído.

   —¡Eres un sucio! —atinó—. ¡Sabía que algo no estaba bien en nosotros! ¿¡Cómo pudiste!?

   —Cyn, cal...

   —¡No me pidas que me calme! —me interrumpió, mirándome con tristeza y un toque de asco—. John, eres de lo peor, en serio... —sollozó—. Yo jamás pensé que... que tú... que tú me fueras a cambiar por un... hombre.

   —¡No, no te he cambiado; déjame explicarte!

   —¡Estabas a punto de meterle el pene! ¿¡Qué respuesta sensata tiene eso!? —ella misma respondió la pregunta—: ¡Ninguna, John!

   —Juro que si la tiene —traté de explicar—, Cynthia. Verás, él...

   —¡Es tu novio! —volvió a interrumpir, haciendo que yo rodara los ojos—. ¡No, no pongas esa cara! —limpió sus lágrimas y se dio la vuelta—. Déjame en paz. No me vuelvas hablar más nunca en tu vida y esto se acabó para siempre.

   —Pero...

   No esperó a que yo le contestara, siguió bajando las escaleras a paso apresurado y la perdí de vista cuando llegó al living y se escabulló para la salida. Estaba tremendamente molesta, decepcionada e indignada; le había causado el peor de los desánimos.

   Lo que más lamentaba era que mi erección se bajó y mis ganas de tener sexo se fulminaron.

   Cuando llegué a mi habitación, pude darme cuenta que Paul yacía en la cama, envuelto entre las sábanas y con una expresión de nervios. Me senté a su lado, solté un suspiro; quité la camisa que cubría mi intimidad y la sustituí por la cobija.

   —Puedes irte —le dije—. Luego te aviso para cenar, ¿bien?

   —Eh..., yo. Mmhm, sí, de acuerdo.

   Comenzó a vestirse con cierto ímpetu, pero yo no tenía ganas de verlo, ni de molestarlo. Estaba ensimismado... pensando en lo que me había acontecido. Jamás esperé romper con Cynthia por Paul, y eso me afectaba de algún u otro modo, porque tenía tanto tiempo con ella que estaba acostumbrado a tenerla.

   A los pocos minutos de haberse ido Paul, yo me fui a vestir y para ello, escogí mi albornoz azul que estaba colgado al perchero, justo al lado de la puerta. Salí de la habitación haciéndole el nudo, caminé el corto pasillo estando descalzo y cuando llegué al living, fui hasta la cocina y serví un poco de Whisky en un pequeño baso con varios hielos.

   Me senté en el sofá para degustarlo y tratar de pensar en una solución sensata a tanto despropósito de mi parte.

   —¡John, necesito verte! ¿¡Dónde estás!? ¡John!

   Rodeé los ojos y resoplé al escuchar la voz de Stuart haciendo eco en la casa. Lo último que me faltaba eran sus ataques de nervios repentinos.

   —¿Qué tienes?

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora