Capítulo XLVIII.

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   Llegamos cansados a casa, luego de recorrer casi todas las tarjeterías de la cuidad. Todo eso porque a Paul no le gustaban los diseños o simplemente quería echar un vistazo en otro sitio. A la final logramos mandar hacer una que a Paul le gustara, sólo que cambió algunas cosas que, según él, no encajaban.

   —Entonces no las darán sino hasta dentro de quince días —comentó, quitándose la ropa—. ¡Ya quiero tenerlas en mis manos! ¿¡No será genial!?

   —Me duelen los pies —me quejé, sentándome en el borde de la cama, para comenzar a quitar mis zapatos—. Genial sería dormir.

   —No seas flojo, John, ni que fuésemos ido a pie.

   —¡Pero aún así!

   Cuando Paul logró desvestirse, se aventó sobre mí; rodeó sus brazos en mi cuello y de propuso a besarme la mejilla, mientras que yo intentaba quitarme los pantalones.

   —¡Estoy feliz, feliz, feliz! —bramó—. Johnny, nos vamos a casar... ¿¡eso no te alegra!?

   —Mucho —reí un poco y tomé su cintura, luego dejé caer mi espalda en la cama, logrando que él estuviese completamente sobre mí—. Pero estoy cansado —murmuré—. Creo que voy a dormir.

   —¿Dormir? ¿¡Vas a dormir cuándo hay una boda que planear!?

   —¿Qué más vamos a planear por hoy, Paul?

   —Uhm, bueno, creo que nada. ¡El bolígrafo! ¡Necesitamos uno dorado?

   —¿Para qué? —fruncí el ceño—. ¿Vas a firmar el acta de ese color? —y reí.

   —No, tonto, es que las tarjetas no tienen la fecha incluida y hay que ponérselas. El diseño tiene ese espacio en blanco.

   —Ah, cierto... bueno, pero lo podemos comprar otro día porque ni las tarjetas han llegado.

   —¿Dorado o plateado? El fondo es beige, así como casi todo...

   —Plateado combina más —opiné—. ¿Quién va a escribir? Mi letra es asquerosa.

   —Yo. O Stuart. Él tiene la letra bonita.

   —Capaz lo hace temblando y los números quedan choretos.

   Él se rió a carcajadas, para luego apresurarse a besar mis labios. Deslicé mi lengua hasta el interior de su boca, logré que nuestras lenguas chocaran y que crearan un sonido similar al del chasqueo.

   Paul llevó sus manos hasta mi cintura y metió sus manos dentro de mi camisa. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sentí sus frías manos sobre mi pecho, logrando tensar mi piel. Comenzó a besarme el cuello de forma suave, subió hasta mi mandíbula y al volver al punto inicial (la boca) me besó de manera desenfrenada.

   Pronto sentimos un peso extra a nuestro lado, seguido de un leve ronroneo que hizo que nos separáramos. Era Kitty. Se había subido a la cama y estaba mirándonos.

   —Estúpida pulgosa. ¡Shuu; shuu! —traté de hacer que se bajara, pero me resultó imposible.

   —¡No, John! —Paul apoyó su trasero en mi pene, la acunó entre sus brazos y le hizo mimos—. No la trates así... ¡está embarazada y merece tener el mejor trato!

   —No está confirmado.

   —Ojalá que sí —murmuró—. ¿Ves lo mimosa que está?

   A los pocos segundos, la silueta felina de Tim se apareció en el umbral de la puerta. Ante el llamado de Paul, se apresuró a subirse a la cama y a acostarse sobre mi pectoral.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora