Capítulo XLV.

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   Luego de presentarnos, nos adentramos a la casa. El interior era pequeño, muy lindo, y con esa decoración muy característica de los sesenta. James nos invitó a sentarnos en el cómodo sofá verde oscuro que había en la sala, mientras que la madre se fue a la cocina, porque mencionó que prepararía café.

   Paul estaba nervioso. Se sentó a mi lado, muy apegado a mí y noté que su respiración estaba algo entrecortada, tenía calor, y tragaba grueso cada cierto tiempo.

   —¿Y bien, Paulie?

   —Eh... b-bueno —soltó una ligera risita y se acomodó el cabello—. Yo... Hay muchas cosas que quiero contarles... ya sabes, de lo que me ha pasado éstos últimos meses.

   —Siempre decías que te ibas a ir de casa, pero... pero nunca creí que lo harías, al menos no tan pronto. Te fuiste sin decirnos nada.

   Me sentí la peor persona del mundo. Era más que obvio que Paul "se fue" por mi culpa: yo lo secuestré y lo obligué hacer cosas que él no quería. Le había causado la peor de las desgracias.

   —Sí... s-sí, es verdad —murmuró. Creí que diría la verdad, aunque eso era lo mínimo que me merecía por hacerle algo así—. Yo lo siento. Es que estaba obstinado de su problema conmigo.

   En ese instante Mary se apareció en la sala, con una bandeja en manos, la cual contenía dos teteras, un recipiente del mismo juego con azúcar y cuatro tazas. La colocó en la mesita de vidrio que estaba en medio de los sofás y la sirvió.

   —Té para ti —le extendió la taza—. ¿Azúcar?

   Paul sacudió su cabeza en negación y le sonrió, para después beber un sorbo.

   Después de darnos nuestras respectivas tazas con café, Mary se sentó al lado de James y nos miró, esperando a que continuara.

   —Por eso... m-me fui.

   —¿Qué pasó con Jamie? —indagó James—. Él vino hace unos meses a preguntar por ti.

  Paul y yo intercambiamos miradas rápidas, con un toque de nervios.

   —Él murió —le dije.

   —¿Qué? —Mary adoptó un semblante de asombro, así como James—. ¿Cómo?

   —Es una larga historia —murmuré—. Pero... bueno, es que yo... ahg, debo empezar desde el principio.

   —Bueno, empieza —instó Jim.

   —Cuando conocí a Jamie... yo estaba... estaba pasando por un momento bastante difícil, en cuanto a todo: problemas con ustedes, personales y ya saben por lo que peleábamos a diario... entonces él... él fue muy bueno conmigo y me dio bastantes consejos, por decirlo así, uhm... yo sé que a ustedes les molesta que hable de esto, pero... pero, bueno, m-me enamoré de... Jamie, después le dije y él se alejó de mí, diciendo que yo no le gustaba.

   Me revolví en la asiento al escuchar eso último. Aún me incomodaba hablar de él.

   —Sí, eso lo sabemos —habló James, con el ceño ligeramente fruncido—. Lo sabemos. Fue un error. No debiste juntarte con él.

   —¿Ustedes saben sobre su... vida?

   Mary negó con la cabeza.

   —Las madres, Paul, tenemos un sexto sentido —dijo ella—. Sabes deducir qué cosas están mal; qué personas tienen malas intenciones, o qué realmente es lo que quieren. Con Jamie pasó igual. Pasábamos noches en vela cuando no llegabas a casa a dormir.

   —¿No llegabas a casa a dormir por irte con él, Paul? —y lo miré.

   —A veces —murmuró.

Naughty Daddy ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora