Lucha Psicológica

111 13 0
                                    

Seguí mi camino hacia el salón principal, con Raichu tras mis pasos. A ratos miraba atrás mío, buscando dilucidar que tenía en la cabeza mi compañero. Estaba claro que lo que escuchamos de Gladio, fue capaz de provocar conflicto en nuestras mentes. Bien podría ser mentira lo que su filosa lengua escupió en nuestras caras, pero algo me decía que no era el caso, que había verdad en el gargajo de palabras que nos tiró. Ese instinto estaba haciendo mella de mi conciencia de a poco, y estaba seguro que eso me llevaría a la locura. Liberé un estruendoso suspiro, que incluso provocó que varias personas me miraran, yo simplemente las ignoré.

No tardamos mucho en llegar al salón, al momento de hacerlo, lo primero que hice fue ver la pantalla más cercana a mí, en esta no estaba la tabla de grupos que era lo que me interesaba, así que me fijé en las otras. Pero fue inútil, algunas estaban apagadas y otras mostraban resúmenes de las batallas de ese día, y dado que por ahora solo me enfocaría en las batallas de mi grupo, decidí dejarlo para el día siguiente, así que continué mi camino al comedor.

Después de comer, salí del estadio, como ya eran pasadas las doce no había mucha gente en la zona. Los puestos estaban vacíos y las tiendas se encontraban cerradas. Decidí que necesitaba tomar aire, así que caminé paralelo al muelle por unos minutos, hasta que me topé con un pequeño parque que, para mi alegría, poseía una zona de práctica. Bien habría podido entrenar en el mismo complejo de estadio, como el día anterior, pero necesitaba ese espacio a solas que siempre he tenido en mi vida cotidiana.

Saqué a Greninja, él, al verme, giró su cabeza. En un principio pensé que se debía a que estaba enojado conmigo, pero al leer su lenguaje corporal, lo entendí. Greninja estaba decepcionado de sí mismo, él se culpaba por nuestra derrota.

–Mira amigo, primero necesito que sepas que no fue tu culpa, fue mía. –Lo que dije llamó su atención, logrando de esa manera que me mirara de nuevo.

–Hiciste lo que pudiste, incluso fue una gran batalla. Lo que nos hace falta es compenetración, sin eso, seguirá ocurriendo lo de siempre. ¿Has notado como Charizard, Raichu, o cualquiera del equipo es capaz de entenderme con solo mirarnos? –La rana acuática asintió con la cabeza.

–Eso es debido a que nos comprendemos entre nosotros, estamos compenetrados. Mira, yo sé que hemos vivido casi lo mismo que el resto, aun así, no hemos logrado entendernos, amigo. –El anfibio ninja bajó su cabeza de nuevo, apenado.

–No hace falta que te sientas mal, no es tu culpa, y en parte tampoco mía, solo hace falta que no nos rindamos, es necesario que luchemos por entendernos. Y yo, yo debo tenerte más confianza. No importa cuántos fallos tengamos a partir de ahora, seguiremos adelante, juntos. –Estiré me puño, y aunque le costó un poco captar la idea, al final el Pokémon hizo lo mismo, ambos chocamos los puños en señal de acuerdo.

–¿Sabes?, la razón por la que nunca he cambiado a ninguno del equipo, fue por una promesa que me hice a mí mismo, desde el día que los recibí por parte de Guzma. El día que me dieron un cinturón con seis Pokéball, y un Raichu muy molesto por haber estado encerrado. Desde entonces, tomé la decisión de no alterar mi equipo hasta haber descubierto como terminé en coma, en una isla de Alola, junto a seis Pokémon que no podía reconocer. Y aunque ya hemos escuchado la historia por parte de Giovanni, sé que falta cosas por saber, estoy seguro.

Greninja me miró serio, para luego asentir de forma agitada, estaba claro que él me ayudaría a recuperar el pasado. Sonreí y lo abracé, provocando que se pusiera rígido, aun así, no tardó mucho en corresponder. Para mí estaba claro que eso era necesario para mejorar nuestra relación. Al separarnos le dije que entrenaríamos, solo él y yo, por lo que le indiqué a Raichu que se mantuviera al margen, él aceptó y se acurrucó en donde antes me hallaba sentado. Así, después de un tiempo sin entrenar junto a mis Pokémon, me puse a practicar con él. El atacaba y yo recibía los ataques, a veces esquivaba y golpeaba, o usaba tierra para dificultar su visión. Tras eso, pasamos otro rato entrenando por separado, el saltaba de rama en rama de los pocos árboles del parque, y yo realizaba flexiones, o trotaba de un punto a otro.

Umbral de los RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora