Venganza Sexenal

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–Detente aquí, recuerda que no queremos llamar la atención. –Mi bestia alada batió con fuerza sus extremidades escamosas, creando una fuerte ráfaga de aire que limpió de hojas la superficie del suelo. No esperé a que aterrizáramos por completo, salté sobre su lomo y caí sin perder el equilibrio. –No tardaré demasiado, quédate por aquí vigilando. –Dije, volteando a mi falso dragón, que rugió en asentimiento.

Troné mis dedos, liberando la presión a la que los estuve exponiendo a lo largo del viaje; de no hacerlo, sentía que podría explotar. ¿Y como no sentirse de esa manera? Había sido engañado, usado, se me privó de mi vida e identidad, fui alejado de mis seres queridos; y todo fue llevado a cabo por un solo hombre, Giovanni Sakaki. Tenía razones para pensar que no era mi padre real, pero por falta pruebas, no podía sacar de mi cabeza la idea contradictoria a dicha afirmación. "¿Y si de verdad es mi padre?", escupí al suelo al momento que ese pensamiento cruzó mi por mi cerebro. "No cambiaría nada... Seguiría siendo el sujeto que me usó y alejó de mis seres queridos". Mi odio hacia Giovanni no era cosa nueva, cargué con él por años, pero ahora tenía aún más razones para hacerlo.

Miré hacia los lados y atrás, al momento que coloqué mi mano en lector de huellas, que da paso a la entrada a Pueblo Po; como es el asentamiento más rico de toda Alola, la gente del pueblo puede darse el lujo de adoptar cualquier medida de seguridad. Tras lo ocurrido con el Team Skull, la gente regresó deseosa de que nadie más les arrebatara sus hogares; le pagaron dinero extra a Denio y adquirieron cuanto dispositivo de seguridad se les pasó por su ostentosa cabeza. Su regreso nunca sentó bien a Denio, el Kahuna de Ula-Ula y policía de la zona. El hombre, de avanzada edad, siempre prefirió la presencia del Team Skull sobre la de los riquillos que habitan el pueblo. Personalmente nunca tomé partido, pues rara vez interactúo con mis vecinos.

Tras el rápido chequeo de mi identidad, el seguro de la puerta de acero se liberó, dándome la oportunidad de ingresar; podría haber entrado directamente desde el aire, pero temía que cualquiera de mis enemigos ya me tuviera alguna trampa preparada. Le indiqué a Raichu que estuviera atento, y con paso sigiloso, pero decidido, empecé a moverme en dirección a mi casa. Me arrinconé cerca de una zona plantada con palmeras, y recorrí todo el extremo derecho del pueblo, con cuidado. Pareciera que solo estaba siendo paranoico, pero el silencio que percibía en la zona, no era más tranquilizador; no es que los vecinos sean ruidosos, pero para este punto, lo normal sería haber escuchado alguna voz o el grito de los niños jugando.

Finalmente llegué a la entrada trasera de mi propiedad; asegurándome que nadie me viera, me salté la cerca que la separa del área pública. Caí en medio de mi campo de batalla, seguido por Raichu; le hice señales a éste, preguntándole si detectaba alguien en la casa. Negó con su cabeza. Saqué las llaves de mi mochila y desbloqué la puerta trasera, todo parecía relativamente normal, no había señales de que hubiera nada saboteado. Crucé el umbral de la puerta sigilosamente, mirando a cada rincón del corredor que conectaba directamente con la sala de estar; en un periodo de tiempo de alrededor de quince minutos, avancé desde la entrada hasta mi cuarto, una vez ahí, liberé un tenso suspiro.

–Al parecer estamos solos... –Le susurré a Raichu. Rápidamente empecé a tomar mi ropa táctica y demás objetos, que consideré, serían necesarios. Busqué estúpidamente mi arma de fuego durante varios minutos, antes de recordar que la perdí en Ciudad Kiloude.

Con todo preparado para el viaje, miré hacia el reloj de mi habitación, marcaba las seis de la tarde pasadas. Volví a echar un vistazo a todo aquello que atesoré por años, y así me despedí de mi pasado como mercenario; aún no estaba seguro de que haría tras llevar a cabo mi venganza, pero si lo estaba de que no volvería a la misma rutina que mantuve todo este tiempo tras el coma. Me hallaba profundamente inmerso en mis pensamientos, tanto, que por un momento casi ignoro el hecho de que alguien estaba llamando a mi puerta a través del timbre. Le señalé a Raichu que me siguiera y se escondiera tras el muro, y me acerqué a la puerta; al observar a través de la mirilla, pude respirar tranquilo...

Umbral de los RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora