2. La excusa perfecta

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Era mi idea, o Christopher Vélez estaba demasiado feliz con mis besos. Y por su pedido, al parecer quería más.

Al poco tiempo, los cinco desaparecieron por el piso de arriba, y yo satisfecha por lo que logré baje las escaleras, y me coloqué junto a Renato. Guardé mi celular como si fuera el mayor tesoro en el bolsillo de mi chaqueta y me arrimé a la pared a suspirar. 

Cof, cof... recuerden esto para más luego. 

"Guardé mi celular como si fuera el mayor tesoro en el bolsillo de mi chaqueta"

Sí, recuérdenlo bien. 

—¡Solo faltamos las dos!—rogaban mis amigas mirando desesperadas a Renato—. Solo es una fotito.

—No chicas, lo siento—él negaba severo.

Al poco tiempo el ascensor nuevamente se abrió, y tres señoras de una edad promedio aparecieron. Al ver la escena del "super escudo Renato", se acercaron con cara de pocos amigos.

—¿Qué pasa?—le preguntaron a él.

—Son fans—les comunicó, y en seguida las tipas nos sostuvieron del brazo.

—No se como es que estuvieron por aquí, pero ahorita mismo las sacamos—dijo la mas vieja, jalandome hasta la puerta del ascensor, que se había cerrado. 

En ese momento estaba a modo zombie, por lo cual me dejé empujar sin protestar. 

—¡No, por favor! En serio que solo queremos una foto y ya—rogaba Estefy siendo llevada por una tipa pelirroja.

—Tenga la bondad de irse—nos miraba severa otra tipa pelinegra.

Dos de las tipas se pusieron en el paso de las escaleras, impidiendo que tengamos paso a los pisos de arriba. Renato se había ido por allí al igual que los chicos. 

Mientras esperábamos, pude ver por una pequeña ventana frente al ascensor, como los chicos se paseaban por las torres junto a las modelos. Y sin querer al ver a Chris, allí parado arrimado a los barandales de la torre, disfrutando de la vista, solté un sonoro suspiro. 

No me cabía en la cabeza que pude besarle. 

¡Rayos, y besaba bien el condenado!

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el ruido de la puerta del ascensor abriéndose, y como yo estaba con mi atención en la ventana de espaldas a la puerta,  por poco me caigo, cuando sentí que me jalaban de la camiseta desde atrás de forma grosera. Luego nos dieron un empujón a las tres en dirección al ascensor.

—Que le pas...—quise protestar, pero al instante sentí que chocaba con algo por detrás. Mi pie casi se dobla al pisar algo que no debía. 

Aquel choque provocó que perdiera el equilibrio bruscamente, así que para no caer, me agarré de lo mismo que provocó mi caída. 

¿Y adivinen quien era ese algo, o mas bien dicho alguien?

Era nada más y nada menos que la señora Daysi. La madre del cubano, Erick Brian. 

—Ay—se quejó la señora Daysi ante mi pisotón, mientras yo me colgaba de su cartera para no caer. 

Creo que mi peso provocó que ella no pudiera sostener el bolso, así que en un abrir y cerrar de ojos, tanto el bolso como yo estábamos desparramados en el piso. 

—¡Perdón! ¡En serio, perdóneme!—yo me arrodillé alarmada, sobre todo porque su cartera se había abierto, dejando en el piso varios artículos. Muchos artículos en verdad. 

Profecía de un final feliz- Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora