44. Un anónimo

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¿No les ha pasado que toda su vida está marchando a la perfección de una manera demasiado perfecta, y su subconsciente está a la espera de que llegue una bomba a cortar la marcha?

Así como después de la tormenta, llega la paz, también después de la paz llega la tormenta. Es un ciclo vicioso al cual fuimos sometidos todos los seres humanos. Aunque a veces pienso que desde que conocí verdaderamente a Chris, me quedé estancada en la "tormenta.

A continuación están por presenciar el inicio de mi "tormenta eterna".

—¡Solovina!—solté un grito de sorpresa al encontrar uno de mis convers con el talón destrozado. Había descubierto que mi cachorrita tenía un gusto por masticar mis zapatos, en especifico mis favoritos.

Mi perrita recostada relajadamente y con mi zapato entre sus dientes, alzó sus ojitos traviesos para hacerme frente. Su colita diminuta se meneaba sin parar, haciendo que en lugar de morir de la cólera, muera de ternura.

Que les puedo decir... los perritos eran mi perdición.

—No soy capaz de castigarte— solté una risita, pasandole una mano por la cara—. Dejaré que tu padre humano sea él que te discipline hoy. Él es bueno para eso.

Tal vez les parezca extraño, pero Chris iba siendo muy buen padre... padre perruno. Siempre que venía a mi casa le traía galletas, huesitos, juguetes, ropa, etc. Hasta en ocasiones le traía leche de cartón. Decía que eso le ayudaría obtener los nutrientes que su mamá perruna (la real) ya no le daba. Obvio me le reí ante sus teorías. Además, él también era el severo de los dos. Se suponía él hablaba con Solovina cuando ella hacía algo malo. Solo se ponía hacerle señas mostrándole sus destrozos, y negando con su dedo. Por último terminaba el regaño con una palmadita en la colita. 

Últimamente nos estábamos convirtiendo en una familia. Sin pensarlo, de una manera fugaz estábamos jugando a la casita, y la verdad estaba amando aquello. Él llegaba por las tardes, traía comida chatarra para un tarde de películas o videojuegos, juguetes y comida para Solovina, y luego se la llevaba a pasear por el parque mientras yo me quedaba preparando una rica merienda. Por casi la noche Chris volvía cansado de tanto jugar con su hijita en el parque, y yo lo consentía con un gaseosa fría. Él la bebía mientras me leía los mensajes de su intagram. Se hizo uno de mis hobbys escuchar las barbaridades que las fans le escribían.

Muy por la noche, posterior a empacharnos con toda la comida, y quedar aburridos de tantas películas y videojuegos, subíamos a mi habitación donde también hicimos como costumbre buscar canciones al azar para cantarlas a todo pulmón y hasta a veces no grabábamos. Por lo general escogíamos las mas cursis, pues esas hacían vibrar nuestro corazón dándonos el preámbulo para el ultimo y más esperado punto de la noche; nuestro trabajo con Yulieth.

Diablos, en serio que nos hicimos adictos a nuestro trabajo. Era divertido, no me quejo.

—Papi ya debe estar por llegar—le dije a Solovina, a la vez iba corriendo a terminar de cubrir un pastel con fondant—. Vamos a darle un hermoso regalo para que no nos olvide.

Mis planes de la noche habían sido hacerle una mini despedida a Chris. Le iba hacer una pequeña fiesta secreta.

Se suponía que en una semana aproximadamente él volvería luego del show que tenían en Argentina, pero yo no iba a estar en Loja para encontrarlo. Yo volvería a Quito, arreglaría varias cosas con mi universidad, algunos tramites en mi casa, y por supuesto asuntos de pasaportes, visas y cosas por el estilo. Sin no hacia todo ello en un semana no podría cumplir con mi tan ansiado viaje por el mundo.

Profecía de un final feliz- Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora