25. Cuando las alarmas empiezan

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—¡Respeten, que este es un carro decente!—oí la voz de Jonathan, causando que Chris y yo nos sobresaltaramos. El hermano de Chris entró al asiento de atrás del auto, con una funda de compras de la tienda—. Ya los voy cachando, como diez veces. Y a esté...—él señaló a su hermano que tenía sus manos sobre mi cintura—. A este ya lo veo metiendo mano como quince.

En cuanto Jonathan lo dijo, él sacó su mano que se había metido ligeramente bajo mi blusa.

—Perdón—yo me relamí los labios, que aun tenía el sabor de Chris.

Antes de ir a la casa de Chris, pasamos recogiendo en el auto a Jonathan en la casa de uno de sus amigos. Y como le había designado la compra de unos cuantas cosas que faltaban para la cena de fin de año, nos parqueamos para esperarlo mientras iba a la tienda de la esquina. 

—Yo lo paso, pero en serio... si mi mamá los ve, de seguro se molestará—él se acomodó en el asiento, con su vista fija en frente donde aun estaba el grupo de viudas que le bailó cuando llegó a la tienda. 

Fue gracioso ver cuando lo empezaron a besar, manosear y a quitarle el dinero que tenía para las compras. Claro que Chris y yo vimos a duras penas el show, pues de alguna manera se nos antojaba más besarnos como si no hubiera un mañana. Aprovechamos el rato a solas.  

—¡Ahí va otro!—Jonathan divertido, señaló a un chico que iba escondiéndose entre los carros parqueados cerca de la tienda, para que las viudas no lo agarren. 

Decidimos quedarnos allí, a mirar a todas las victimas masculinas de ese grupo de viudas. Además aun estábamos a tiempo para darnos ese lujo. Un muy gracioso lujo, pues esas viudas estaban locas. A uno de sus victimas le quitaron la camisa. A otro le bailaron de nalgadas, y a otro le abrieron la puerta del auto, y le empezaron a bailar sentado. Hasta casi chocan contra la tienda. Pero por un momento las viudas no tuvieron victimas, así que solo permanecimos mirándolas descansar, y oyendo la música a alto volumen que habían puesta en plena calle. Ese silencio, le dio a Jonathan la excusa para poder hablar... para mi mala suerte. 

—¿Y cuánto tiempo llevan de novios?

Un día.

—Que te importa—Chris respondió con tranquilidad. 

—Parece que ya van tiempo, porque Chris solo es así de intenso, empalagoso y dedicado cuando lleva más de un mes—él me seguía analizando con diversión.

Una vez más, constataba que Chris no actuaba normal, por lo que le atribuí su actitud tan "de Romeo" al contra hechizo de Fatima. Internamente si me desilusionó un poco, saber que a lo mejor sin el hechizo, Chris me ignoraría más que a un chicle pegado en la calle.

Tal vez si no hubiera sido por el libro, ni lo hubiera llegado a encontrar en la iglesia.

—Ya en serio... ¿Cuánto llevan?—me siguió preguntando

—Un día—le dije con un tanto de pena.

Yo diría toda la verdad, solo para descubrir que tan extraño era el hecho de que Chris me quiera tanto en tan poco tiempo.

—¡¿Un día?!—él me miró con la boca abierta, mirándonos por turnos a Chris y yo—. Bueno, me supongo que ya se deben conocer de hace tiempo.

—Una semana—le hablé mirándolo fijamente. Claramente su cara se descompuso al oír lo que dije. Otra prueba de que Chris estaba más que hechizado de amor—.Bueno... en realidad nos conocimos una vez en la Basílica en Quito. Yo le robé un beso de contrabando, y por casualidad le robé el celular. Supongo que ya sabes lo del celular—le dije y él asintió con la boca aún abierta—. En fin, luego de eso lo volví a encontrar hace una semana, y desde ahí nos hemos estado viendo.

Profecía de un final feliz- Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora