38. Por una pizca de atención

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—¡Andrés llegué!—entré gritando por la puerta de mi casa.

Mientras iba colocando fundas de compras y maletas junto a la entrada, vi como Andrés salió puesto un delantal y con un cucharón en mano.

—Celi, ya no tengo cebolla para la sals...—entonces Andy se quedó callado, mirándome llegar con compañía—. Ho... hola...

—Se llama Fatima—yo di una palmada en el brazo a Fat, y acto seguido Andrés llegó a extenderle la mano.

No podía dejar a esa chica sola en una casa donde habitó un demonio, menos cuando no había nadie. Toda su familia había salido de viaje, y ella era la única en casa, así que no dudé en sugerirle que se quedara conmigo la noche.

—Así que tú fuiste la que me llamó ha contarme...—Andrés sacudió la cabeza y miró con curiosidad a la muchacha—. Okey, en realidad es todo un placer conocer a alguien con tus poderes. Vaya, hasta me siento como si estuviera conociendo a una estrella de cine. Es increíble.

Fatima le sonrió, y le dio un movimiento de cabeza en agradecimiento.

—También es un placer conocerte, de igual manera es muy interesante conocer a uno de los personajes de los libros de mis hechizos—ella se agachó a coger sus maletas, que estaban estorbando el paso—. En los últimos años no he hecho más que estudiarlos, así que los conozco muy bien. Al menos en base a los libros, podría decir que si.

Asentí con inseguridad a sus palabras, y tomé las fundas de compras.

—Okey, entonces hay que hacer pronto la comida—yo fui hasta la cocina—. Fat, por favor sube al segundo piso y acomódate en la habitación que quieras. Esta casa es toda tuya.

—Gracias Cielito—la escuché decir por afuera.

En seguida me puse a sacar las cosas que traje sobre el mesón de la cocina, y luego de agarrarme el cabello en una coleta empecé a sacar utensillos que me ayudarían a preparar los vegetales.

—Si esa chica logra romper tu hechizo juro por Dios que le haré un altar—Andrés entró diciendo, y de inmediato me quedé congelada.

Nuevamente llegó a mi mente, pensamientos sobre lo que se venía debido al fracaso de Fat. Ahora si ya no habría marcha atrás, y por tanto Andrés iba quedar fuera de mi vida en unos cuantos días.

Oficialmente mis esperanzas de volver con él se habían ido al caño.

—Sí, claro... ojalá—logré decir mientras me giraba para que no viera mis ojos rojos.

Una vez más, iba a empezar a llorar como María Magdalena.

—Creo que me pondré hacer el pastel—oí a mis espaldas como rebuscaba en las fundas—. Menos mal ya trajiste la harina y el chocolate.

Le debía a Andy un ultimo recuerdo de mi, así que puse todas mis fuerzas por permanecer fuerte. Con nuestra cena estaba por darle una despedida secreta, que en lugar de darle tristeza, debía causarle una felicidad.

Quería que sus ultimas sonrisas conmigo se las llevara en el corazón, porque quizás la próxima vez solo hallaría a una chica hechizada de amor por otro.

—¿Por qué no pusiste música?—volví a verlo, fingiendo estar ofendida—. Hombre, cocinar sin música es pecado.

—Es que no sabía como la pones. Solo vi una televisión, pero no tiene wifi como para poner youtube—él estaba concentrado en medir con una taza harina de castilla.

—Es que yo siempre cargo mi mini parlante rompe orejas—le informé sonriente, aunque falsamente.

—¿El señor Marco Antonio?—él se me burló y yo rodé los ojos.

Profecía de un final feliz- Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora